Conjunto de saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica – Parte 1

Por Fernando Giudici

Relaciones entre los saberes

Retomando lo expuesto en el texto introductorio, “Introducción a los saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica” desarrollaremos los conceptos generales que permiten comprender la teoría que explica nuestra disciplina y sus prácticas. Tal como lo indica el título, se trata acerca de la construcción de una noción teórica preocupada porlo que se debe saber y que se debe saber hacer en la disciplina arquitectónica. Los saberes están nombrados como acciones que son intelectuales y que están involucrados con la práctica proyectual. Tienen por definición una condición de ser, que se explica en la naturaleza o esencia de esas acciones, como también en sus objetivos y resultados buscados.

Proyectar

Proyectar, como vimos en los textos anteriores, es la práctica específica que identifica a nuestra disciplina y, que se pondera en los planes de estudio de las carreras de arquitectura y urbanismo, como parte de la formación académica para luego ejercer profesionalmente. Decimos que proyectar -en un sentido amplio- es la representación del mundo deseado. Estamos vinculando dos conceptos claves, por un lado, mundo como la realidad misma habitada, que en el contexto de nuestra disciplina nos referimos a lo construido y habitado. Por otro lado, la idea de deseado, cualidad que proviene de deseo, como cualidad clave para que la práctica proyectual tenga un sentido profundo.
Proyectamos para mejorar ese mundo habitado. Es una condición que tiene el proyectar, la de innovación para proponer al mundo un mejor habitar y, como tal, tiene un compromiso ético con la sociedad para la cual se proyecta. El deseo, como condición radical del proyecto, es el motor de nuestra imaginación con miras a crear un nuevo lugar habitable. La práctica proyectual tiene la particularidad de pretender, por su mismo proceso interno, que lo que se proyecta sea construido y sea habitado.
El proceso creativo imagina y simula la creación de espacios y formas para ser habitadas y, por lo tanto, éstas modificarán el mundo habitado por la sociedad, dejando una nueva forma construida por un largo tiempo. Pensemos en cualquier obra de la antigüedad como el Panteón Romano construido en el año uno después de Cristo, en la ciudad Roma o la escuela Normal Sarmiento de San Juan inaugurada en 1879, que sobrevivió al terremoto de enero de 1944. Ambos edificios han permanecido por años, el primero dos milenios y el segundo 140 años. El primero proyectado como panteón de todos los dioses romanos hoy se habita como edificio y museo, pero también como templo católico, el segundo sigue permitiendo las mismas prácticas educativas para las que fue diseñado, sus aulas continúan activas.   

Figura 1. Síntesis conceptual de las implicancias de Proyectar, como representación del mundo deseado.

Pero la afirmación “Proyectar es la representación del mundo deseado”, involucra el término representación, que como acción intelectual permite pensar e imaginar la realidad como construcción mental propia, subjetiva. Cada cosa o ente que existe en el mundo y es percibida por nosotros, tiene un nombre y una forma asociada. En todo momento, nuestra mente representa o tiene una representación del mundo y sus cosas, estas representaciones en sus formas son parte constitutiva de nuestro lenguaje, para poder comunicarnos con otros, para dar sentido a lo producido por nuestra sociedad y nuestra cultura como tal.
La ciudad (como hábitat a gran escala) y sus habitantes, representan un desafío para los arquitectos, por el crecimiento y la transformación constante de su forma y su arquitectura a través del tiempo. Es la misión de nuestra disciplina, lograr cuestionar lo que está construido para imaginar una ciudad distinta, más habitable y más democrática.  La acción de indeterminar, implica poner en duda lo que está determinado, como arquitectura y ciudad, para así lograr proponer algo nuevo.

Representar

El lenguaje, como construcción cultural permite representar al mundo y sus cosas en nuestras mentes. Es a través del lenguaje que cosificamos al mundo, nombramos y adjudicamos significado, por lo que logramos representarlo. Entonces para poder explicar qué es el representar para la práctica proyectual, diremos que es la construcción mental que tenemos del mundo material.
Ese mundo que conocemos por nuestros sentidos para luego ser aprehendido por nuestro intelecto, es el mundo que puede ser evocado por el lenguaje y la memoria cuantas veces lo necesitemos.
Tenemos la posibilidad de conocer el mundo, nuestros sentidos nos permiten percibirlo, pero es nuestro intelecto y nuestro lenguaje, lo que nos permiten comprenderlo y luego representarlo. Lo que nos es dado, como seres vivos, es la condición de habitar el mundo y por esa condición es que se activan todos nuestros sentidos, nuestra percepción y conocimientos.
Pero las practicas que constituyen nuestro habitar son las que, en tiempo y espacio, constituyen nuestra experiencia de vida. La experiencia de vida nos permite cosificar el mundo y hacerlo habitable, como así también desde nuestra experiencia de vida que construimos nuestras realidades a partir de nuestras prácticas.
Por ejemplo: si nos comunicamos temprano con alguien y decimos que estamos desayunando, el otro (nuestro interlocutor) puede imaginar y representar esa idea de desayuno. Puede imaginar un mate puesto en la mesa, semitas, tostadas, café con leche, familia, mesa, sillas, pava, cafetera, servilleta, tasa, manteca y dulce. Difícilmente imaginará un guiso de arroz, mariscos y chorizos. A su vez imaginará un cierto tiempo para el desarrollo de esa práctica y un cierto lugar o ámbito para la misma, imaginará cocina o comedor, pero si es domingo esta práctica podría suceder en la habitación sentados en la cama también.

Figura 2. Síntesis conceptual de las implicancias de Representar, como construcción mental del mundo material.

Nuestra experiencia condiciona a nuestras interpretaciones del mundo, como así también construye ciertas representaciones mentales de lo que las cosas y las prácticas humanas son. Por eso podemos conocer nuestras realidades y también reconocerlas y reconocernos en ellas a través de nuestras prácticas.
Las preguntas fundamentales frente a la realidad construida son el ¿qué? y el ¿quién?

  • Respecto al qué, nos referimos a qué es pensar y reflexionar sobre la realidad misma como mundo posible de ser habitado, el qué, siempre es una pregunta sobre lo conceptual, sobre el mundo de las ideas, de los pensamientos que dan forma a las cosas. Cuando preguntamos por el quién, se trata de pensar y reflexionar sobre el sujeto, el ser que piensa, el que habita, el que experimenta y percibe el mundo, el que produce o reproduce lo cultural heredado en sus prácticas cotidianas.
  • El quién es el que revive lo vivido, porque entiende lo cíclico de la experiencia, como el día y la noche, pero el yo que proyecta, es el que transforma con sus ideas, el que se anticipa imaginando y crea un nuevo espacio habitable, y con su práctica proyectual se proyecta a sí mismo en sus ideas y su posicionamiento.
Figura 3. Síntesis conceptual de las implicancias del QUÉ y QUIÉN del Representar, como construcción mental del mundo material.

Pensar

Pensar es la acción fundamental que orienta nuestras reflexiones durante el proceso proyectual, contiene las bases de nuestros actos creativos y permite orientar el sentido de nuestra imaginación.
El universo de realidades que pueden ser interpretadas para comprender el contexto de producción de la arquitectura es diverso y complejo. Esto porque la práctica proyectual es un conjunto de acciones que relacionan conocimientos de distinta naturaleza, ya sean sociales, económicos, tecnológicos, antropológicos y, por supuesto, los disciplinares vinculados a la formas y espacios arquitectónicos – urbanos.
El sentido principal de nuestras prácticas disciplinares es el habitar como condición fundante de nuestras acciones. Se proyecta pensando y reflexionando en el habitar y para el habitar. Es decir que la cosa (esa que llamamos edificio, casa, hospital, escuela, templo, etc.) no se explica mucho más allá de las posibilidades de ser habitado y de posibilitar el desarrollo de las prácticas sociales específicas que han sido pensadas e interpretadas de una realidad es parte del contexto cultural.

Figura 4. Síntesis conceptual de las implicancias del Pensar, desde la idea misma de Habitar.

Existen modos de conocer el mundo que se definen en relación al sentido y la orientación de nuestras prácticas sociales. En una sociedad de múltiples actores y de organizaciones culturales complejas, cada habitante encuentra un modo de conocer el mundo desde su propia realidad. En nuestra disciplina esto se comporta como una condición elemental de nuestro hacer, ya que interpretamos al mundo con el propósito de transformarlo con nuestras ideas, imaginando nuevos espacios habitables. Nuestro modo de conocer y pensar al mundo y sus cosas está atravesado por el habitar como condición básica de reflexión.
Conocer, comprender, interpretar y reflexionar sobre las prácticas sociales humanas, son la base de nuestro pensar proyectual. Ese pensar tiene un devenir, en un tiempo y espacio determinados, se involucra con un pasado, se compromete con un presente y se proyecta hacia el futuro. Toda idea de proyecto trae consigo un recuerdo como parte de la memoria individual y colectiva de un grupo social, como parte de la historia de la cultura construida, también trae una dosis de novedad para promover el cambio, tanto en las formas como en los lenguajes de la arquitectura. En las nuevas propuestas arquitectónicas está impresa la evolución del hábitat con la intención de mejorarlo, contiene un conjunto de relaciones y significados que serán traducidos en espacios arquitectónicos, para ser reconocidos, y resignificados por sus habitantes al habitarlo.

Construir

El mundo construido es en parte, un estar ahí de las cosas, pueden de ser conocidas y comprendidas por todos nosotros a través de nuestra percepción, de nuestros sentidos. El estar y la forma de las cosas tienen un porqué y básicamente ese porqué tiene que ver con el habitar. Todo lo que instalamos en el mundo como cosa (desde un edificio hasta un celular) es mundo construido; es un artificio para habitar y el habitar se comprende un conjunto de prácticas sociales que se asocian al edificio o al celular.
Para la práctica proyectual, el mundo construido representa un territorio conocido dónde se construirá aquel edificio producto de la misma práctica. Pero la condición básica del mundo construido es que sea habitable y, por ser así, contiene el conjunto de construcciones que servirán al arquitecto para comprender “lo habitado” y los modos de ser habitado.
Por ejemplo, el edificio escuela, por ejemplo, la Escuela Normal Sarmiento, que ya usamos de ejemplo, se define por la posibilidad de tener espacios para que la práctica educativa se lleve a cabo. La idea escuela está asociada a la noción de aprendizaje, pero no se reduce a ello, es (además de formación) juego, encuentro, expresión del trabajo colectivo, inocencia de un niño o paciencia de una maestra. Todo está grabado en sus muros, en sus ventanas de luz, en la forma de su patio, en las sombras de las galerías, en el brillo del piso antes de entrar al aula, en la fila de niños para comprar golosinas en su quiosco durante el recreo. Pero la idea o concepto de escuela no es la misma en 1897 que ahora, pero es evidente que algunos aspectos generales de la interpretación contextual siguen vigentes y permiten a la escuela Normal Sarmiento, como idea y como proyecto seguir en funciones. Estos edificios son un texto que puede ser leído e interpretado por el arquitecto para entender el contexto cultural y construido y así pensar nuevas ideas para proyectar un nuevo mundo.
El mundo construido no es otra cosa que el resultado de nuestras vivencias. Es el producto de nuestra historia que se puede constatar porque somos temporales y espaciantes, y dejamos rastros de nuestras prácticas de cada día. El mundo construido nos habla de la sociedad, de sus modos de organizarse. Si aparece un edificio llamado Casa de Gobierno o Palacio de Justicia o Estadio Cerrado o Auditorio, nos estará señalando la multiplicidad de actividades que pueden darse en un lugar y de cómo esos edificios responden, con su forma y su materialidad, su tamaño o su equipamiento, con sus servicios o con su tecnología, a las prácticas sociales para las que fueron proyectados.

Figura 5. Síntesis conceptual de las implicancias del Construir, como mundo construido para ser habitado.

El mundo construido tiene forma y tiene un significado para los que lo construyeron y lo habitan. Tiene historia y tiene un modo concreto de expresarse mediante elementos materiales como casa, puerta, portal, atrio, explanada, columnata, ventanal, calle, vereda, arboleda o cornisa…
Todos estos elementos construidos tienen un lenguaje y se expresan constructivamente, pueden ser percibidos a partir de nuestros sentidos y nos transmiten mensajes. La forma arquitectónica es el medio de comunicación de los mensajes y significados, a modo de inscripciones evocan las ideas que les dieron origen durante el proceso proyectual. Por eso, el mundo construido lleva dentro de sí las técnicas constructivas, los modos de construir y la expresión propia de la materia, expresada por los materiales y la tecnología de la producción arquitectónica, pero también contiene conocimientos propios de la arquitectura, que le dieron vida primero en la imaginación del arquitecto.

Síntesis

Figura 6. Síntesis conceptual del conjunto de saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica.

Las cuatro acciones, Proyectar, Representar, Construir y Pensar, son constitutivas de la práctica proyectual. Se justifican en sus relaciones y en sus productos intelectuales.
No es posible proyectar arquitectura sin atravesar un proceso de aprendizaje y de construcción de nuevas representaciones mentales que luego muten en el deseo de transformar el mundo construido y habitado.
Representamos todo el tiempo aquello, que como mundo construido, queremos comprender. Son nuestras representaciones del mundo las que nos empujan a querer cambiarlo a través del proyecto, de buscar nuevas soluciones habitables. Pero la raíz y soporte de nuestras acciones proyectuales es nuestro pensamiento proyectual, que también va cambiando, creciendo y ampliándose con cada idea puesta en el papel o pantalla, con cada forma que es generada, con cada reflexión sobre el espacio conformado, con cada crítica que le otorgue sentido a nuestra imaginación. Y con cada gesto que recupere al habitar como centro del problema proyectual.
Podemos agrupar los conceptos de representar y al construir, porque en su relación encontramos la mirada que tiene el proyectista del mundo que quiere indeterminar, entiende su forma y su contenido y es capaz de comprender su materialidad como hecho constructivo. La relación entre estas dos acciones, marcan un tiempo pasado y presente de la práctica proyectual, permiten imaginar nuevas representaciones del mundo a construir en un futuro cercano.
Las ideas, producto del pensar, son las guías del proyectar, orientan al deseo y permiten imaginar nuevas formas habitables con sentido histórico y con identidad cultural. El proyecto siempre tendrá en su germen, en su esencia, la posibilidad de intervenir el mundo, es su objetivo y también es su meta trascendente: transformar el mundo para que sea más habitable y más justo en su arquitectura y por ende en la ciudad.

Escrito por Fernando Giudici
Esquemas por Fernando Giudici
Edición y Revisión escrita: Marisol Vedia
Edición gráfica y carga Martín Krywokulsi
Imagen de portada: Fernando Giudici

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