Por Fernando Giudici
Parte 1
Relaciones entre los saberes
Retomando lo expuesto en el texto introductorio, “Introducción a los saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica” desarrollaremos los conceptos generales que permiten comprender la teoría que explica nuestra disciplina y sus prácticas. Tal como lo indica el título, se trata acerca de la construcción de una noción teórica preocupada porlo que se debe saber y que se debe saber hacer en la disciplina arquitectónica. Los saberes están nombrados como acciones que son intelectuales y que están involucrados con la práctica proyectual. Tienen por definición una condición de ser, que se explica en la naturaleza o esencia de esas acciones, como también en sus objetivos y resultados buscados.
Proyectar
Proyectar, como vimos en los textos anteriores, es la práctica específica que identifica a nuestra disciplina y, que se pondera en los planes de estudio de las carreras de arquitectura y urbanismo, como parte de la formación académica para luego ejercer profesionalmente. Decimos que proyectar -en un sentido amplio- es la representación del mundo deseado. Estamos vinculando dos conceptos claves, por un lado, mundo como la realidad misma habitada, que en el contexto de nuestra disciplina nos referimos a lo construido y habitado. Por otro lado, la idea de deseado, cualidad que proviene de deseo, como cualidad clave para que la práctica proyectual tenga un sentido profundo.
Proyectamos para mejorar ese mundo habitado. Es una condición que tiene el proyectar, la de innovación para proponer al mundo un mejor habitar y, como tal, tiene un compromiso ético con la sociedad para la cual se proyecta. El deseo, como condición radical del proyecto, es el motor de nuestra imaginación con miras a crear un nuevo lugar habitable. La práctica proyectual tiene la particularidad de pretender, por su mismo proceso interno, que lo que se proyecta sea construido y sea habitado.
El proceso creativo imagina y simula la creación de espacios y formas para ser habitadas y, por lo tanto, éstas modificarán el mundo habitado por la sociedad, dejando una nueva forma construida por un largo tiempo. Pensemos en cualquier obra de la antigüedad como el Panteón Romano construido en el año uno después de Cristo, en la ciudad Roma o la escuela Normal Sarmiento de San Juan inaugurada en 1879, que sobrevivió al terremoto de enero de 1944. Ambos edificios han permanecido por años, el primero dos milenios y el segundo 140 años. El primero proyectado como panteón de todos los dioses romanos hoy se habita como edificio y museo, pero también como templo católico, el segundo sigue permitiendo las mismas prácticas educativas para las que fue diseñado, sus aulas continúan activas.
Pero la afirmación “Proyectar es la representación del mundo deseado”, involucra el término representación, que como acción intelectual permite pensar e imaginar la realidad como construcción mental propia, subjetiva. Cada cosa o ente que existe en el mundo y es percibida por nosotros, tiene un nombre y una forma asociada. En todo momento, nuestra mente representa o tiene una representación del mundo y sus cosas, estas representaciones en sus formas son parte constitutiva de nuestro lenguaje, para poder comunicarnos con otros, para dar sentido a lo producido por nuestra sociedad y nuestra cultura como tal.
La ciudad (como hábitat a gran escala) y sus habitantes, representan un desafío para los arquitectos, por el crecimiento y la transformación constante de su forma y su arquitectura a través del tiempo. Es la misión de nuestra disciplina, lograr cuestionar lo que está construido para imaginar una ciudad distinta, más habitable y más democrática. La acción de indeterminar, implica poner en duda lo que está determinado, como arquitectura y ciudad, para así lograr proponer algo nuevo.
Representar
El lenguaje, como construcción cultural permite representar al mundo y sus cosas en nuestras mentes. Es a través del lenguaje que cosificamos al mundo, nombramos y adjudicamos significado, por lo que logramos representarlo. Entonces para poder explicar qué es el representar para la práctica proyectual, diremos que es la construcción mental que tenemos del mundo material.
Ese mundo que conocemos por nuestros sentidos para luego ser aprehendido por nuestro intelecto, es el mundo que puede ser evocado por el lenguaje y la memoria cuantas veces lo necesitemos.
Tenemos la posibilidad de conocer el mundo, nuestros sentidos nos permiten percibirlo, pero es nuestro intelecto y nuestro lenguaje, lo que nos permiten comprenderlo y luego representarlo. Lo que nos es dado, como seres vivos, es la condición de habitar el mundo y por esa condición es que se activan todos nuestros sentidos, nuestra percepción y conocimientos.
Pero las practicas que constituyen nuestro habitar son las que, en tiempo y espacio, constituyen nuestra experiencia de vida. La experiencia de vida nos permite cosificar el mundo y hacerlo habitable, como así también desde nuestra experiencia de vida que construimos nuestras realidades a partir de nuestras prácticas.
Por ejemplo: si nos comunicamos temprano con alguien y decimos que estamos desayunando, el otro (nuestro interlocutor) puede imaginar y representar esa idea de desayuno. Puede imaginar un mate puesto en la mesa, semitas, tostadas, café con leche, familia, mesa, sillas, pava, cafetera, servilleta, tasa, manteca y dulce. Difícilmente imaginará un guiso de arroz, mariscos y chorizos. A su vez imaginará un cierto tiempo para el desarrollo de esa práctica y un cierto lugar o ámbito para la misma, imaginará cocina o comedor, pero si es domingo esta práctica podría suceder en la habitación sentados en la cama también.
Nuestra experiencia condiciona a nuestras interpretaciones del mundo, como así también construye ciertas representaciones mentales de lo que las cosas y las prácticas humanas son. Por eso podemos conocer nuestras realidades y también reconocerlas y reconocernos en ellas a través de nuestras prácticas.
Las preguntas fundamentales frente a la realidad construida son el ¿qué? y el ¿quién?
- Respecto al qué, nos referimos a qué es pensar y reflexionar sobre la realidad misma como mundo posible de ser habitado, el qué, siempre es una pregunta sobre lo conceptual, sobre el mundo de las ideas, de los pensamientos que dan forma a las cosas. Cuando preguntamos por el quién, se trata de pensar y reflexionar sobre el sujeto, el ser que piensa, el que habita, el que experimenta y percibe el mundo, el que produce o reproduce lo cultural heredado en sus prácticas cotidianas.
- El quién es el que revive lo vivido, porque entiende lo cíclico de la experiencia, como el día y la noche, pero el yo que proyecta, es el que transforma con sus ideas, el que se anticipa imaginando y crea un nuevo espacio habitable, y con su práctica proyectual se proyecta a sí mismo en sus ideas y su posicionamiento.
Pensar
Pensar es la acción fundamental que orienta nuestras reflexiones durante el proceso proyectual, contiene las bases de nuestros actos creativos y permite orientar el sentido de nuestra imaginación.
El universo de realidades que pueden ser interpretadas para comprender el contexto de producción de la arquitectura es diverso y complejo. Esto porque la práctica proyectual es un conjunto de acciones que relacionan conocimientos de distinta naturaleza, ya sean sociales, económicos, tecnológicos, antropológicos y, por supuesto, los disciplinares vinculados a la formas y espacios arquitectónicos – urbanos.
El sentido principal de nuestras prácticas disciplinares es el habitar como condición fundante de nuestras acciones. Se proyecta pensando y reflexionando en el habitar y para el habitar. Es decir que la cosa (esa que llamamos edificio, casa, hospital, escuela, templo, etc.) no se explica mucho más allá de las posibilidades de ser habitado y de posibilitar el desarrollo de las prácticas sociales específicas que han sido pensadas e interpretadas de una realidad es parte del contexto cultural.
Existen modos de conocer el mundo que se definen en relación al sentido y la orientación de nuestras prácticas sociales. En una sociedad de múltiples actores y de organizaciones culturales complejas, cada habitante encuentra un modo de conocer el mundo desde su propia realidad. En nuestra disciplina esto se comporta como una condición elemental de nuestro hacer, ya que interpretamos al mundo con el propósito de transformarlo con nuestras ideas, imaginando nuevos espacios habitables. Nuestro modo de conocer y pensar al mundo y sus cosas está atravesado por el habitar como condición básica de reflexión.
Conocer, comprender, interpretar y reflexionar sobre las prácticas sociales humanas, son la base de nuestro pensar proyectual. Ese pensar tiene un devenir, en un tiempo y espacio determinados, se involucra con un pasado, se compromete con un presente y se proyecta hacia el futuro. Toda idea de proyecto trae consigo un recuerdo como parte de la memoria individual y colectiva de un grupo social, como parte de la historia de la cultura construida, también trae una dosis de novedad para promover el cambio, tanto en las formas como en los lenguajes de la arquitectura. En las nuevas propuestas arquitectónicas está impresa la evolución del hábitat con la intención de mejorarlo, contiene un conjunto de relaciones y significados que serán traducidos en espacios arquitectónicos, para ser reconocidos, y resignificados por sus habitantes al habitarlo.
Construir
El mundo construido es en parte, un estar ahí de las cosas, pueden de ser conocidas y comprendidas por todos nosotros a través de nuestra percepción, de nuestros sentidos. El estar y la forma de las cosas tienen un porqué y básicamente ese porqué tiene que ver con el habitar. Todo lo que instalamos en el mundo como cosa (desde un edificio hasta un celular) es mundo construido; es un artificio para habitar y el habitar se comprende un conjunto de prácticas sociales que se asocian al edificio o al celular.
Para la práctica proyectual, el mundo construido representa un territorio conocido dónde se construirá aquel edificio producto de la misma práctica. Pero la condición básica del mundo construido es que sea habitable y, por ser así, contiene el conjunto de construcciones que servirán al arquitecto para comprender “lo habitado” y los modos de ser habitado.
Por ejemplo, el edificio escuela, por ejemplo, la Escuela Normal Sarmiento, que ya usamos de ejemplo, se define por la posibilidad de tener espacios para que la práctica educativa se lleve a cabo. La idea escuela está asociada a la noción de aprendizaje, pero no se reduce a ello, es (además de formación) juego, encuentro, expresión del trabajo colectivo, inocencia de un niño o paciencia de una maestra. Todo está grabado en sus muros, en sus ventanas de luz, en la forma de su patio, en las sombras de las galerías, en el brillo del piso antes de entrar al aula, en la fila de niños para comprar golosinas en su quiosco durante el recreo. Pero la idea o concepto de escuela no es la misma en 1897 que ahora, pero es evidente que algunos aspectos generales de la interpretación contextual siguen vigentes y permiten a la escuela Normal Sarmiento, como idea y como proyecto seguir en funciones. Estos edificios son un texto que puede ser leído e interpretado por el arquitecto para entender el contexto cultural y construido y así pensar nuevas ideas para proyectar un nuevo mundo.
El mundo construido no es otra cosa que el resultado de nuestras vivencias. Es el producto de nuestra historia que se puede constatar porque somos temporales y espaciantes, y dejamos rastros de nuestras prácticas de cada día. El mundo construido nos habla de la sociedad, de sus modos de organizarse. Si aparece un edificio llamado Casa de Gobierno o Palacio de Justicia o Estadio Cerrado o Auditorio, nos estará señalando la multiplicidad de actividades que pueden darse en un lugar y de cómo esos edificios responden, con su forma y su materialidad, su tamaño o su equipamiento, con sus servicios o con su tecnología, a las prácticas sociales para las que fueron proyectados.
El mundo construido tiene forma y tiene un significado para los que lo construyeron y lo habitan. Tiene historia y tiene un modo concreto de expresarse mediante elementos materiales como casa, puerta, portal, atrio, explanada, columnata, ventanal, calle, vereda, arboleda o cornisa…
Todos estos elementos construidos tienen un lenguaje y se expresan constructivamente, pueden ser percibidos a partir de nuestros sentidos y nos transmiten mensajes. La forma arquitectónica es el medio de comunicación de los mensajes y significados, a modo de inscripciones evocan las ideas que les dieron origen durante el proceso proyectual. Por eso, el mundo construido lleva dentro de sí las técnicas constructivas, los modos de construir y la expresión propia de la materia, expresada por los materiales y la tecnología de la producción arquitectónica, pero también contiene conocimientos propios de la arquitectura, que le dieron vida primero en la imaginación del arquitecto.
Síntesis
Las cuatro acciones, Proyectar, Representar, Construir y Pensar, son constitutivas de la práctica proyectual. Se justifican en sus relaciones y en sus productos intelectuales.
No es posible proyectar arquitectura sin atravesar un proceso de aprendizaje y de construcción de nuevas representaciones mentales que luego muten en el deseo de transformar el mundo construido y habitado.
Representamos todo el tiempo aquello, que como mundo construido, queremos comprender. Son nuestras representaciones del mundo las que nos empujan a querer cambiarlo a través del proyecto, de buscar nuevas soluciones habitables. Pero la raíz y soporte de nuestras acciones proyectuales es nuestro pensamiento proyectual, que también va cambiando, creciendo y ampliándose con cada idea puesta en el papel o pantalla, con cada forma que es generada, con cada reflexión sobre el espacio conformado, con cada crítica que le otorgue sentido a nuestra imaginación. Y con cada gesto que recupere al habitar como centro del problema proyectual.
Podemos agrupar los conceptos de representar y al construir, porque en su relación encontramos la mirada que tiene el proyectista del mundo que quiere indeterminar, entiende su forma y su contenido y es capaz de comprender su materialidad como hecho constructivo. La relación entre estas dos acciones, marcan un tiempo pasado y presente de la práctica proyectual, permiten imaginar nuevas representaciones del mundo a construir en un futuro cercano.
Las ideas, producto del pensar, son las guías del proyectar, orientan al deseo y permiten imaginar nuevas formas habitables con sentido histórico y con identidad cultural. El proyecto siempre tendrá en su germen, en su esencia, la posibilidad de intervenir el mundo, es su objetivo y también es su meta trascendente: transformar el mundo para que sea más habitable y más justo en su arquitectura y por ende en la ciudad.
Parte 2
Hacia la profundización de sus relaciones
Los esquemas gráficos que se desarrollan en este texto tienen una doble finalidad y se sugiere que sean estudiados desde esa intención. Cada esquema teórico expresa una parte de las reflexiones sobre el proceso proyectual y sobre los conceptos o nociones que se encuentran involucrados, pero también, los esquemas gráficos que constituyen los esquemas permiten reflexionar sobre la propia práctica proyectual y sirven de orientación y referencia al momento de proyectar, es decir que se trata de una serie de esquemas que actúan a modo de modelos porque representan un aspecto o situación dentro del proceso proyectual. Estos modelos son incompletos o intermedios, porque relacionan algunas variables, no todas, según sea la problemática que van abordando, por ejemplo, el habitar como núcleo de las representaciones mentales o el proceso de ideación como motor del pensamiento proyectual.
En el texto anterior se pudo explicar la necesidad de centrar el pensar -como acción reflexiva y creadora de ideas-, en la problematización constante del habitar humano. Esta prerrogativa es siempre compleja de entender, sobre todo cuando estamos acostumbrados a percibir una obra de arquitectura como si fuera una obra de arte.
La historiografía arquitectónica occidental se ha abocado casi exclusivamente, por siglos, en la descripción y catalogación de las obras de arquitectura, según períodos, lenguajes o estilos. Es decir que se ha especializado en resaltar sus aspectos formales ya sean entitativos o abstractos (nos referimos a su geometría, proporciones y regulaciones) o concretos, (formas constructivas, color y materialidad), más que en una valoración sobre su habitabilidad. Por ejemplo, el arquitecto suizo francés “Le Corbusier” ha sido mencionado en incontables oportunidades, en la historiografía por una vivienda: la villa de la familia Savoye, en la ciudad de Poissy cerca de París, una vivienda que prácticamente no fue habitada. No obstante, los críticos de arquitectura le han dedicado cientos de páginas a su descripción, análisis y problematización, siempre en cualidades formales y espaciales más que en comprender cómo fue habitada, por quiénes y cuáles fueron las opiniones críticas de quienes la habitaron.
La pregunta se presenta una vez más: ¿Qué hace de nuestra disciplina, una disciplina necesaria? ¿Por qué debería la sociedad afirmar y confiar en que los arquitectos podemos proyectar su hábitat, sea este urbano o rural? Estamos convencidos que la clave reside en que somos y seguiremos siendo quienes nos especializamos en interpretar las prácticas humanas, somos quienes son capaces de imaginar formas habitables y hacerlas posibles, realizables con sentido cultural.
De otra manera nuestra disciplina caería en estrictos formalismos que, si bien pueden ser muy creativos, cuando no, atractivos en la propia experiencia sensorial y perceptual de cualquier habitante, no siempre logran concretar su misión fundamental, que es la de propiciar en su espacialidad un habitar pleno y acorde a las necesidades demandadas.
El Habitar como acontecimiento
habitar humano y, las acciones que integran dichas prácticas representan, un sentido concreto de ese habitar. Comer, correr, estudiar, festejar, aprender y proyectar, son prácticas que entendidas en su contexto cultural permiten comprender a una sociedad y a su cultura.
Dichas prácticas, y sobre todo en nuestra experiencia de habitar Latinoamérica, pueden o no practicarse en un espacio físico adecuado. Así es que podemos observar una reunión social en torno la preparación de un asado típico, en una casa, con galería y asador y todas las comodidades necesarias para que la reunión sea. Pero también podemos encontrar a un grupo de amigos preparando un asado sobre la banquina de tierra de una calle cualquiera, en un barrio, utilizando el cordón de la vereda como asiento y comer la carne asada dentro de una hogaza de pan, a modo de sánguche.
El ser humano busca de alguna manera, concretar sus prácticas sociales y habitar de cualquier modo, aunque es espacio no le sea adecuado. Entonces la banquina de la calle será comedor o el cordón de la vereda será silla. Entonces el compromiso de proyectamos, imaginar un ámbito adecuado para contener esas prácticas que den cuenta de una mejor condición de habitabilidad.
El siguiente esquema gráfico manifiesta en el centro, su preocupación por el habitar, traducido mediante la palabra acontecimiento. Se refiere a acontecimientos que son importantes en un grupo social y que a su vez contienen una serie de significaciones para sus habitantes que son entendidas como atravesamientos. Dichos acontecimientos permanecen en el tiempo y la historia de un cierto grupo social y son reproducidos a lo largo de varias generaciones, como un modo de identificarse y pertenecer a dicho conjunto social como productos culturales.
Todo acontecimiento social está relacionado con un conjunto de significaciones que lo delimitan y justifican. Es común ver cómo ciertas familias se preparan con mucho tiempo de anticipación para poder costear y organizar la celebración de un nuevo matrimonio. El deseo familiar colectivo de honrar una unión de pareja y de protagonizar la fiesta como práctica social típica, es una tradición que se sostiene en nuestra cultura latinoamericana. No es posible participar plenamente de dicho acontecimiento, sino se comparte en algún grado, las significaciones o atravesamientos que han sido experimentados por generaciones.
Por otro lado, los acontecimientos, no importa su índole o naturaleza, se dan en un tiempo y espacio; y la cultura ha ido construyendo una noción o representación mental del espacio y forma para experiencia de tal acontecimiento. Por eso se trata de comprender e interpretar estos espacios y formas, como aquellas conformaciones en las que suceden los acontecimientos.
El esquema gráfico comienza a relacionar conceptos y a poner en acción ciertas tensiones (representadas con las flechas). Es decir que se trata de pensar e interpretar acontecimientos que son constitutivos del habitar de un grupo social cualquiera; en comprender la relación que existe entre su modo de darse estas prácticas, sus significaciones y los espacios que son utilizados para tal fin.
El esquema gráfico, además, vincula los acontecimientos a las nociones de tiempo y espacio. Esta relación tiene para el desarrollo de los “saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica”, un sentido dual, ya que la práctica social posee un tiempo y un espacio, en sentido histórico y cultural. Este tiempo y espacio brinda, al proyectista, un contexto de información, para el desarrollo de práctica proyectual y aporta a la comprensión, del tipo de práctica social en cuestión. No es posible comprender las prácticas sociales sin indagar en la historia de los grupos sociales.
Un ejemplo de lo expuesto es reflexionar acerca del espacio que se proyecta para la reunión familiar en torno a la mesa. En principio, la mesa como cosa, define un uso diferenciado, permite apoyar los objetos necesarios para comer y también organizar asientos a su alrededor para estar cerca y a la altura necesaria para poder usarla. Pero la mesa se utilizará solo para comer, si existen otros espacios que contengan otras mesas, para jugar, estudiar, reparar, trabajar. Mesa de juegos, escritorio, mesada o banco de trabajo. De otro modo, la mesa y el espacio que la contiene serán comedor, estudio, sala de juegos y taller. En una vivienda mínima y económica esta situación es recurrente. Por lo tanto, pensar en el “comedor”, como parte de los espacios que constituyen una vivienda, dependerá de las representaciones mentales que la sociedad construya de ello y de la mirada del proyectista sobre el mismo problema del habitar.
En el esquema se tensionan los conceptos como deseo, el pensamiento y el posicionamiento del proyectista como posibilidad de interpretación de la práctica social, ahora devenida en acontecimiento. En el ejemplo del comedor, podemos ahora decir, que ese espacio va mutando según la hora del día. La misma mesa que ha servido para apoyar una panera y una fuente con fideos al tuco, más tarde sirve para apoyar la computadora y unos cuadernos y más tarde, luego de cenar servirá para jugar a las cartas y beber cerveza. Esta mutación, es también parte de la tensión entre espacio y tiempo, por eso podríamos resumir que existe una relación de diálogo o dialéctica entre lo que permanece del espacio denominado “comedor” y lo que cambia de éste a lo largo del día.
En la base del esquema están “los pies puestos sobre la tierra” y la capacidad de ser críticos. La interpretación del mundo a partir de la realidad, es un ejercicio constante que no debe tomarse como estático e inmutable. El mundo construido, como producción cultural muta, se encuentra en permanente cambio, el proyectista debe cuestionarlo y reinterpretarlo cuantas veces sea necesario durante el proceso proyectual, porqué éste es el contexto de la práctica social devenida en acontecimiento, es el campo de la justificación y argumentación de lo que es habitable y lo que no, pero, sobre todo, representa un recorte de lo que entendemos como real.
Conocimiento y proceso proyectual
Pensar en la idea misma de habitar, implica asumir que los procesos cognitivos que se producen en la mente del proyectista son dinámicos y conllevan cierta creatividad, ya que cada vez que cuestionamos algo que ha sido naturalizado, implica poder mirarlo con nuevos ojos. Esta acción nos sensibiliza y estimula nuestra creatividad al imaginar nuevas opciones posibles.
Esto es así porque somos capaces de establecer relaciones significantes entre estos procesos y nuestras experiencias y conocimientos, de allí que nos sea posible pensar y concebir nuevas ideas. Estas ideas nacen del sentido y valor que le damos a nuestras reflexiones, pero siempre con la intención de innovar y transformar el mundo en términos de espacios habitables.
Ya hemos señalado que todo aprendizaje involucra la construcción de conocimientos, pero, en el proceso proyectual, los aprendizajes se relacionan con la construcción de nuevas ideas de proyecto y sobre todo con los procesos creativos que motorizan distintas ideas.
En el centro del esquema teórico, ubicamos las acciones y pensamientos que se desarrollan al interior del proceso proyectual, las que son parte de la construcción de nuevos conocimientos por parte del sujeto que proyecta (Figura 3).
Cada proceso aporta nuevos conocimientos, no sólo al proyectista, sino al entorno inmediato y mediato social en el que se encuentra trabajando. Desde los ejercicios académicos planteados en el aula entre estudiantes y docentes, hasta las prácticas profesionales; todas involucran un conjunto de conocimientos que se comparten y se trabajan. Cada experiencia de proyecto, por pequeña que sea, deja un campo de conocimientos para ser explorados y utilizados. Sobre todo, cuando el proyecto se construye y modifica la realidad de otros, pasa a ser un conocimiento compartido y público que puede ser interpretado por todos, en especial por aquellos que se forman en la disciplina arquitectónica.
Lo que el esquema gráfico nos anticipa es que el sujeto proyectista, proyectando construye nuevos conocimientos y necesariamente se involucra objetivamente con su proceso. Entonces sus teorías y concepciones sobre la arquitectura, su posición ética frente a la disciplina arquitectónica y la sociedad, y sobre todo el deseo de transformar el mundo habitable, van a incidir y orientar esa construcción de saberes.
Las interpretaciones de la realidad que el proyectista pone en juego, tanto provengan del campo de la cultura, la economía, la tecnología, etc., son parte de las representaciones mentales que el sujeto vincula, relaciona y argumenta al momento de proyectar.
El esquema teórico, que en su forma parece simple, intenta explicar conceptualmente todos los aspectos que quedan involucrados en un proceso complejo y rico como el proyectual y, sobre todo, pone de manifiesto la importancia que tiene la producción de conocimientos en nuestra disciplina. Las propias teorías que sustentan nuestros actos creativos entendidas desde otros campos disciplinares como la psicología cognitiva, nos explican que podemos cambiar nuestros propios paradigmas en la arquitectura y permitir evolucionar a la disciplina arquitectónica.
Sobre el proceso de ideación
Hasta aquí, hemos afirmado que para cualquier proyectista es clave ser consciente de los conocimientos que se producen y que circulan al proyectar. Si bien durante el proceso todo conocimiento quedará contenido en términos de forma y espacio de la arquitectura, expresado en los dibujos que componen la información del proyecto, más tarde quedará plasmado en la materialización del mismo, como espacio habitable. Luego será necesario poder verbalizar el proceso, ser consciente de las ideas y los conocimientos puestos en juego, lograr entender cómo es que se construyen las ideas e intentar dejar un registro.
En las acciones creativas se ligan los conocimientos y las capacidades que tiene el proyectista para imaginar formas habitables, es un ejercicio intelectual propio del proceso proyectual. La relación conocimiento – imaginación se articula con las ideas proyectuales, que son orientadas por nuestras acciones creativas. Es por ello que en el centro del esquema gráfico (Figura 10) se presentan tres acciones expresadas como metas, la ideación como la síntesis principal de nuestros actos creativos, el conocimiento, necesario para comprender, problematizar y e indeterminar la realidad y la imaginación como la capacidad de recrear en nuestra mente, imágenes de lo que no existe aún y así pretender darle forma y sentido.
Las ideas o conceptos que orientan el proceso, surgen de asociaciones complejas en la mente del arquitecto. Por ejemplo -aunque parezca simple-, el conjunto de ideas que orienta el proyecto de la vivienda incremental de Alejandro Aravena se fundamenta en una serie de reflexiones producto de conocer e investigar sobre políticas de vivienda, tendencias financiero-económicas y valor de suelo, desarrollos tecnológicos, valores culturales, modos de vida y prácticas sociales, modos de trabajo cooperativo y dinámica social en comunidades, etc., sumado a las experiencias proyectuales previas del arquitecto; a su posición frente a la vivienda social como una deuda ética e históricas desde las políticas de Estado Chileno y a su mirada respecto a la arquitectura latinoamericana y chile específicamente y por último su misión vocacional profesional de la arquitectura.
En explicación de este esquema teórico, importa comprender que cualquier proceso de creación de formas dentro del proceso de diseño hace uso de ideas, conceptos y significados, pero es importante puntualizar que las ideas están intrínsecamente ligadas al modo particular de pensar del proyectista, el deseo de transformar la realidad como estímulo y su posición frente a la arquitectura, es decir, frente a la disciplina.
En el desarrollo de la teoría de los Saberes y Prácticas de la Disciplina Arquitectónica estos esquemas teóricos integran relaciones que están siempre presentes, como constantes de la práctica proyectual, entre ellos: realidad – interpretación o pensar – deseo – posicionamiento (obsérvese la periferia de cada esquema teórico).
Estos conceptos que se ubican en los bordes o periferia del esquema gráfico nos permiten confirmar que siempre están operando intelectualmente dentro del proceso proyectual y orientan decisiones y acciones del proyectista durante el mismo. Son parte de un entorno del pensamiento proyectual que permite al proyectista ser crítico con su propio proceso y no perder de vista las intenciones propias y las necesidades colectivas en términos de demanda. Estos conceptos configuran aquellos que no debe ser dejado de lado para lograr realizar una práctica proyectual con sentido y trascendencia.
Para completar el sentido del esquema gráfico, cabe destacar que reflexionar acerca de la idea de transformación, implica asumir que las acciones creativas dentro del proceso proyectual tienen efectos concretos en la transformación de la realidad: la casa, la calle, el barrio, la manzana, el parque, la ciudad, etc. Ésta realidad, una vez producida la arquitectura, se verán modificada materialmente, por lo que finalmente son las ideas las que promueven la transformación del mundo construido. Las ideas proyectuales y las decisiones asumidas por el proyectista a partir de estas ideas, constituyen el proceso de Ideación. Dicho proceso, complejo y dialéctico, termina siendo el fundamento y el argumento de lo será arquitectura construida y habitada, es decir y será lo que impacta en la sociedad en su conjunto, condicionando sus prácticas del habitar en un tiempo y espacio concreto y real. Será una transformación que impacte en la subjetividad de las personas, que altere la forma de la ciudad, que proponga nuevos lenguajes arquitectónicos, que intente superar los errores antes cometidos. El arquitecto debe ser consciente, en todo momento durante su proceso creativo, de las implicancias sociales que contienen sus decisiones de proyecto.
Entonces, por ser el proyecto una práctica social que interviene en la realidad y la transforma, posee un fuerte sentido político en su relación con la sociedad en su conjunto, y el arquitecto no puede eludir esa responsabilidad política y social. Entendemos que toda sociedad tiene y debe construir una estructura política que regule las relaciones sociales. En el conjunto total de habitantes que se sienten parte de un territorio determinado, cada uno va definiendo su rol, su específica participación en el desarrollo vital de lo que entendemos por sociedad y cultura. El esquema teórico explica, a modo introductorio, las relaciones que son ineludibles para los arquitectos, en su vocación transformadora del mundo construido y en su compromiso social, que vale aclarar, es siempre político.
En el mismo sentido, toda propuesta arquitectónica comunica, a través de su forma, en la propuesta de un lenguaje que es propio de la disciplina. Este lenguaje es percibido y decodificado por los habitantes quienes experimentan una apreciación estética del mismo. Lo estético no es un atributo de la forma como objeto, sino que es una condición y una capacidad del sujeto que la habita y del sujeto que la proyecta y que comienza con la acción de percibir.
Esta apreciación posee una doble condición, desde lo sensible y desde el significado que los sujetos le asignan a la arquitectura como experiencia del habitar y como cosa construida. La apreciación estética que tenemos como sujetos es producto de una construcción cultural, y cómo tal es susceptible de ser promovida e incentivada. La valoración que hacemos, como proyectistas, sobre lo que es “bello y agradable” o lo contrario, lo feo y desagradable para quienes habitan un lugar determinado es clave para la construcción de un hábitat que sea apropiado y apropiable por esa cultura. De lo contrario construiremos formas ajenas a la cultura y que, si bien pueden destacarse en el entorno físico por su novedad, no serán fácilmente aceptadas y habitadas con plenitud.
Otro tanto sucede con la capacidad del proyectista de interpelar el habitar expresado en sus prácticas sociales: toda interpelación conlleva por detrás un compromiso ético, para consigo como profesional, ante la disciplina y para con los habitantes de la comunidad en la actúa. Al igual que la apreciación estética, la valoración ética sobre cómo debe ser el mundo, también debe ser estimulada y promovida a partir de la empatía con el otro.
Es necesario dejar en claro que el esquema teórico intenta problematizar estas relaciones y otorgar a la práctica del proyecto toda la responsabilidad ante la transformación de la realidad desde un compromiso con la sociedad y la cultura. La arquitectura, entendida como las formas habitables construidas, sobreviven a muchas generaciones y permanecen en la memoria por decenas de años, impacta en los modos de percibir la ciudad y son testimonio de la historia de la cultura que las produce.
No es exagerado pensar en la responsabilidad mayor que tienen los arquitectos al idear y crear en sus mentes nuevas formas habitables. En el ejemplo de la vivienda incremental de Aravena, es claro como la idea de espacio flexible, autoconstrucción y cooperación social entre vecinos son vinculadas a un compromiso de lograr nuevas y mejores viviendas para los grupos sociales más carenciados.
Para completar el desarrollo teórico del esquema, pensamos que el sujeto proyectista se encuentra siempre en una actitud curiosa, interpelante, que le permite comprender e interpretar el mundo, que producto de esa interpretación obtiene y construye una serie de conocimientos de naturaleza diversa, y como expectativa, crea formas habitables que sintetizan en sus ideas proyectuales.
Niveles de creatividad y metas del proceso creativo
En este último esquema teórico se completan y especifican ciertas acciones intelectuales, que son fundamentales para comprender los procesos creativos, que pudimos ver en el texto introductorio, cuando desarrollamos el proceso proyectual en términos de tiempos mentales y creación de ideas. (Figura 11).
Las ideas motivan, ciertamente, las acciones que permiten crear formas, pero este proceso no es instantáneo, necesita de práctica constante, de estudio y de un proceso exploratorio que a veces llega a un fondo de saco roto y es deseable dar un giro al sentido de nuestras búsquedas. La forma emerge después de un proceso de inmersión bien profundo. La mente creativa del proyectista, a través del dibujo como lenguaje específico de los arquitectos, explora posibilidades y descubre soluciones parciales o nuevos problemas. Dentro del campo de posibilidades que tiene a mano el arquitecto, está la de innovar, es decir, de promover alternativas de forma y espacio que todavía no han sido resueltas de esta manera singular. La innovación puede estar vinculada a lo material, a las técnicas constructivas, a los modos de incluir a los habitantes dentro del proceso, a los lenguajes y formas de expresión arquitectónica, al modo de relacionar arquitectura y ciudad, a lo sustentable, a las nuevas nociones de espacio y forma, a las economías alternativas, etc.
Todo este proceso cognitivo, se regula por la capacidad de desarrollar la imaginación, vinculada al deseo, el pensamiento y el posicionamiento del proyectista, esto ocurre porque no es posible idear lo que no se piensa, o lo que no se cree válido o lo que no se desea como hipótesis de una habitabilidad mejor para la sociedad. El proyecto puede verse, en este sentido, como un gran acto de fe, no religiosa ni mítica, sino en un acto de fe de que lo imaginado y creado luego de ser construido será plenamente habitado y servirá como ámbito de vida. Por tal motivo, durante todo el proceso de proyecto, sólo podemos conjeturar que esas formas y espacios será plenamente habitadas, apropiadas y disfrutadas por sus habitantes y sólo cuando esto suceda podremos verificar si lo que exploramos y descubrimos, imaginamos e ideamos, fue una hipótesis válida. De esto se trata proyectar, de eyectar nuestras ideas hacia adelante, de anticiparse y de pensar que lo imposible se hace posible en la mente del diseñador, en sus deseos y en sus convicciones como profesional al servicio de los habitantes.
Por último, saber que la crítica es una acción necesaria para “tener los pies sobre la tierra”, elaborar una valoración sobre los aspectos positivos y limitantes en nuestro proceso y otros procesos proyectuales; no dejando de lado la interpretación de la realidad. La crítica como un aprendizaje que permite reconfigurar no solo las ideas proyectuales, sino los conocimientos y las reflexiones que edifican el posicionamiento del proyectista.
La valoración crítica no se reduce al proceso cognitivo del proyectista, ésta puede ser capitalizada a partir de la sensibilidad en interpretar la experiencia de los que habitan y experimentan la arquitectura, por aquellos que realizan sus prácticas cotidianas. Volver al lugar, entrevistar a los habitantes y reconocer los aciertos y errores es parte fundamental del saber proyectar.
Escrito por Fernando Giudici
Esquemas por Fernando Giudici
Edición y Revisión escrita: Marisol Vedia
Edición gráfica, carga y corrección de textos: Martín Krywokulski
Imagen de portada: Fernando Giudici