Relaciones posibles entre saberes del proyecto arquitectónico como práctica disciplinar

Por Fernando Giudici

Este texto es una versión ampliada y corregida del presentado en «Discursos posibles acerca de «Saber Proyectar»».

Portada: Casa Familia Henríquez, en La Puntilla Mendoza (construida). Fernando Giudici.


Primer discurso posible sobre el Saber Proyectar: Relaciones con el concepto de forma

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Respecto de lo trabajado en la primera práctica extraordinaria de este año, con la lectura del capítulo “Saber Proyectar” del libro “Aprender Arquitectura: un manual de supervivencia” (A. Saldarriaga Roa), podemos iniciar esta clase afirmando que forma, espacio, diseño y proyecto son cuatro conceptos que nos sirven para introducirnos en nuestra disciplina, la arquitectura, y que nos acompañaran toda la carrera como campo conceptual reflexivo de nuestras prácticas proyectuales.

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El motivo de nuestras prácticas disciplinares, la arquitectura, está fundada en la creación de formas habitables; esto es una condición fundante de nuestra práctica. Por lo tanto, forma es un concepto que nos importa comprenderlo, y en sí participa de todo el proceso de creación al que llamamos proceso proyectual. Estas formas no son abstracciones, si bien podemos hacer referencia siempre al problema de la geometría y traducir lo que percibimos como casa, oficina o almacén a un cuerpo geométrico. Pero podemos acordar que lo que importa en el desarrollo de una práctica proyectual es lograr que esa forma pueda ser habitada de la mejor manera y cumpla con condiciones básicas de habitabilidad. Éstas condiciones son bastante conocidas para nosotros los habitantes. Es decir que sentirse bien en un lugar como espacio construido, sea casa, hospital o aula, requiere de condiciones que nuestro mismo cuerpo percibe y es fácil darse cuenta cuando uno está incómodo, ya sea por falta de luz, de acondicionamiento térmico, ventilación, etc, y el lugar no nos es amable a nuestro habitar. Pero la arquitectura como disciplina es una práctica compleja que involucra distintos tipos de conocimientos que, de alguna manera quedarán integrados en la creación de esa forma y espacio habitable, y que a nuestro entender como proyectistas habilitará un habitar pleno y sin demasiadas incomodidades.

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La importancia que tiene reflexionar sobre la forma, tanto como idea o como cosa concreta, se traduce en asignaturas que integran el área de conocimiento que nuestro plan de estudios denominada “morfología”. La forma arquitectónica es pensada, imaginada, desarrollada, transformada, operada, significada, comunicada, relatada y como objetivo final construida y habitada. Salvo el construirla y habitarla, el resto es parte fundamental de nuestras prácticas proyectuales.

Para completar lo que pudimos entender del texto de Saldarriaga Roa, podemos decir que “forma” es aquella estructura que da orden, significado y sentido a los entes, es decir a las cosas. Cosificar algo es nombrarlo a través del lenguaje y por lo tanto es el sujeto, nosotros, quien nomina, cosifica e inventa el mundo que percibe a través de la lengua, las palabras y los conceptos.

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Es necesario y clave, en nuestra formación proyectual, entender que la forma no sería posible de ser habitada si no existiera un espacio, o una dimensión que contenga nuestras prácticas del habitar: esto es clave. Forma y espacio son dos conceptos que se vinculan y se significan para poder identificarse. No es posible describir un espacio percibido: casa, escuela u hospital, si no podemos comprender su forma.

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La idea de diseño como práctica se asocia al concepto de dibujo. Un dibujo, en arquitectura, intenta representar. Es decir, volver a presentar algo para entenderlo, pensarlo, interpretarlo y también recordarlo. El término “diseño” si lo asociamos al concepto idea, hace referencia a una práctica específica, la práctica de crear algo.

Esta creación está vinculada directamente con nuestras prácticas, nuestro habitar, desde un pequeño objeto, como una aguja, hasta la ciudad, todos hablan de como el hombre va diseñando su propio hábitat.

Durante el proceso de aprendizaje de la disciplina arquitectónica, el espacio y la forma son la materia prima de nuestros procesos creativos. La imaginación es una cualidad que necesariamente se potencia en nuestras prácticas proyectuales: no podemos operar la forma y el espacio si no tenemos una intención creativa que guíe nuestros procesos. Esas formas y espacios integran un sistema más complejo y amplio en el que se encuentran las prácticas sociales que integran el habitar humano cotidiano. Por eso, si bien en algún momento nuestro pensamiento puede estar imaginando formas abstractas o geométricas, finalmente estas se vuelven cocina, mesada, sillones, ventana, estar, mesa, lámpara, puerta… y ellos contienen al almuerzo, la cena, la reunión familiar, la charla íntima, etc. La forma y el espacio se vuelven instante, momento, recuerdo, memoria y sensación, y todo esto estuvo antes en nuestra imaginación y ahora está sucediendo.

Figura 1.

En el dibujo de la figura 1 se puede ver cómo se representa un proyecto de una vivienda de distintas maneras, utilizando distintos sistemas gráficos como la perspectiva axonométrica, la proyección plana para una fachada o la perspectiva cónica para dar una vista más realista de un lugar de la casa.  Mientras la primera nos permite tener una idea global de toda la vivienda, sus partes en relación a la parcela o terreno, la segunda no da idea ajustada de las medidas es decir de las dimensiones y por último el croquis en perspectiva visual nos permite recrear cómo se percibiría un espacio con sus muebles, colores y materiales. Pero esta vista es parcial porque sólo deja ver desde un punto de vista, y serán necesarios otros similares para completar los recorridos y todos los ambientes de la casa y así lograr un conocimiento visual de la misma.

Todos los sistemas de representación son necesarios y son complementarios entre sí, y son útiles en distintos momentos del proceso proyectual para resolver distintos tipos de cuestiones espaciales y de forma. En la figura 1 no están todavía presentes los dibujos que resuelven lo constructivo en sus detalles, ni la distribución de los ambientes con sus separaciones (muros, paredes) y articulaciones (puertas, ventanas) para lo que comúnmente se utiliza una proyección plana en forma de corte horizontal a la que denominamos planta y también si es vista desde arriba la denominamos planimetría y nos muestra todos los ambientes con sus techumbres.

Esta es la magia de la arquitectura y su gran misterio oculto, la posibilidad de imaginar mundos habitables y que finalmente éstos existan, sean tangibles y mejoren nuestro habitar y formen parte de nuestras experiencias de vida y de nuestros recuerdos.

Figura 2.

En la figura 2 podemos ver un proceso simulado de transformación de dos formas geométricas planas (un cuadrado y un rectángulo), a los que les agregamos medidas colocando la figura humana. Esta sola acción ya otorga a las figuras una posibilidad de ser transformadas en la proyección vertical de un espacio habitable. También sabemos que uno será más grande y el otro más pequeño. Podemos utilizar otras formas geométricas como la circunferencia y el círculo para trasformar la recta e imaginar una cubierta en forma curva y así subdividir el rectángulo mayor en dos formas menores pero relacionadas.

Al colocar nuevamente la figura humana y relacionarla con figuras menores que simulan una mesada, una ventana o un mueble aparador, lo geométrico que es por definición algo abstracto y regulado por leyes matemáticas, se vuelve parte de lo cotidiano, de lo cual tenemos memoria y una imagen asociada. Una mesada de cocina puede tener formas diversas, pero de seguro la podemos imaginar como un plano continuo contra un muro o una contra una ventana mejor para poder mirar hacia afuera y tener luz natural, y por donde tal vez entre el sol mientras cocinamos. El otro espacio, ya se ve dividido en dos lugares menores, pero no separados, ya que aparece un desnivel entre uno y otro, también una nueva ventana y el esquema de una chimenea, es decir, un hogar a leña. Por más esquemático que todavía resulte el dibujo plano, ya nos da idea de algunas prácticas y actividades alrededor de un hogar a leña prendido y podemos imaginar que sucederá en la relación con la ventana nueva. Una ventana puede tener muchas formas y tamaños, no será lo mismo un ventanal de un edificio público que la ventana de una casa, en este caso la ventana que ilumine la mesa, los almuerzos y las reuniones familiares alrededor de la comida, muy nuestro, por cierto. Pero la mesa no sólo será apoyo de platos y cubiertos tal vez será lugar de estudio, lugar de juego, de sólo una charla con mates o será parte del escenario para soplar las velas de cumpleaños. Y la ventana ayudará a que esas vivencias sean mejor iluminadas. También, la ventana, nos dará señales de la hora del día, de las estaciones, de los colores de cielo, del sol y de la lluvia.

Las dimensiones son también un reflejo de lo humano, el dibujo plano nos permite verificarlo, porque la altura de la mesa tiene que ver con la de la silla y éstas con las del cuerpo. Si nos acercamos a una mesa parados, tendrá ésta, una altura y si nos acercamos sentados tendrá otra. El hogar encendido es tiempo y contemplación del fuego, es posibilidad de encuentro y de reunión. Eduardo Sacriste, el gran maestro argentino lo sabía bien y llegaba a organizar toda una casa alrededor de un hogar a leña, señalando el centro de lo primitivo, el fuego. El esquema geométrico está siembre subyacente en el modo de organizar y componer las formas y espacios de la arquitectura, son herramienta conceptual y deben ser aprendidos para mejorar nuestros procesos de proyecto.


Segundo discurso posible sobre el Saber Proyectar: Relaciones con las nociones de tipo

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Si entendemos ahora que las formas / espacios habitables son el resultado de siglos de cultura transformando la naturaleza como soporte para poder habitarla, resulta interesante plantearnos que nuestras prácticas proyectuales se orientan a mejorar ese habitar.

Las formas y espacios habitables no sólo han sido construidas sino también creadas, pensadas e imaginadas previamente. Son varias las capacidades intelectuales que nos permiten re-crear en nuestra mente las formas arquitectónicas que ya son parte de la historia, para luego intentar crear otras propuestas alternativas a las existentes. De estas capacidades, la imaginación es la que nos permite “ser conscientes” o traer a la conciencia todo aquello que socialmente entendemos establecido como construcción del hábitat humano y este “hacer consciente”, nos permite imaginar nuevas posibilidades. La imaginación es una capacidad de nuestro intelecto que debe ser estimulada y desarrollada a pleno durante la formación académica, sin importar el área de conocimiento.

Entonces, al afirmar que el proyecto (como práctica social) se orienta hacia la creación de nuevas y distintas formas habitables, nos referimos a un tiempo-espacio de esas formas y a una interpretación de las mismas. Todo grupo social no sólo construye su historia, sino sus valores y materialidades que lo identifican como cultura. En este proceso de construcción cultural, podemos encontrar un repertorio de formas arquitectónicas que constituyen nuestros hábitats, ya sean éstos urbanos o rurales y que, como tales, expresan un modo de habitar y construir a lo largo del tiempo. Es fundamental en nuestra formación como arquitectos comprender, interpretar y analizar la arquitectura, descubrir sus fundamentos y explorar sus conceptos.

Por ejemplo: podemos afirmar que en nuestra experiencia hemos habitado formas y espacios arquitectónicos que tienen una configuración central: es decir que todas las formas que la integran se organizan alrededor de un centro o punto central de composición. Tal es el caso de algunos templos como la Parroquia de Nta. Sra. de la Merced y la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en nuestra Ciudad de San Juan. Estas formas, que no necesariamente son circulares o de planta circular, tienen sus antecedentes en la historia de la arquitectura, y sobre todo en el fragmento de la historia que nos llegó luego de la conquista del territorio americano por las corrientes colonizadoras. Entender el hilo que conduce a la historia de la arquitectura es clave para poder incorporar formas y modos de organizaciones formales que nos servirán al momento de proyectar, que serán la base de nuestros razonamientos y críticas y que a su vez estimularán nuestra imaginación.

En la figura 3 se desarrolla un ejemplo de cómo una forma, que es producto de una composición centralizada, se organiza a partir de trazados geométricos. Podemos afirmar que este tipo de composición posee una organización a partir de un centro, que se enfatiza y jerarquiza con una cúpula, semiesférica en la mayoría de los casos, que configura el espacio – lugar principal.

Figura 3. Secuencia tipológica, expresadas en varias tradiciones arquitectónicas europeas y de Medio Oriente.

El primer ejemplo es la mezquita musulmana, que sirvió de influencia a las primeras iglesias bizantinas que se construyeron luego de la caída del Imperio Romano de occidente, con su capital en Roma, Italia. La cúpula simbolizaba claramente una unión entre cielo y tierra y tenía un sentido espacial vinculado a lo religioso. El motivo se ha ido repitiendo y los modos de organización de la forma y los espacios parecen haber seguido ciertos patrones geométricos. Pero, a pesar de los distintos períodos históricos que los críticos han sabido delimitar y nombrar, -tal cual expresa el dibujo- las formas y su organización espacial no siempre responden a las mismas actividades humanas. En este ejemplo, durante el siglo XVI en Italia, el arquitecto Andrea Palladio proyectó una serie de viviendas de gran tamaño y jerarquía, llamadas villas suburbanas, que tomaban la forma centralizada, pero ciertamente no eran templos religiosos sino casas. Es decir que ciertas organizaciones formales han ido permaneciendo a través del tiempo y han sido utilizadas proyectualmente para albergar distinto tipos de actividades.

La arquitectura que se desarrolló a partir del siglo XX, en Europa y Estados Unidos y que tuvo su impacto en Latinoamérica, logró revisar y poner en crisis estas organizaciones formales históricas con la intención de romper ciertas reglas de composición. Arquitectos como Le Corbusier, Mies Van Der Rohe y Walter Gropius, lograron instalar en los círculos académicos y de producción de ideas, estas nuevas maneras de concebir la forma y el espacio arquitectónico. Las teorías y tendencias de la producción arquitectónica de la mitad del siglo XX volvieron a poner en valor estas organizaciones espaciales históricas e incorporarlas desde la memoria colectiva a los procesos proyectuales. Arquitectos como Aldo Rossi, Carlo Aymonino, Rober Venturi o Charles Moore, durante la segunda mitad del siglo XX, volvieron a retomar estas formas y las resignificaron en sus proyectos de manera muy consciente.

La comprensión de estas organizaciones o composiciones de forma y espacio arquitectónicos a lo largo de la historia, permite inferir qué existe un patrón formal que se va repitiendo a pesar de no ser formas arquitectónicas idénticas en sus lenguaje y organización interna. Ese patrón repite ciertas relaciones entre las partes del edificio que pueden ser entendidas como un esquema que organiza la posición de los elementos que la componen o su topología. Este patrón que permanece invariable a través del tiempo podemos denominarlo tipo o tipología arquitectónica. En síntesis, el “tipo” refiere al modo de enlace de las partes y el todo de una forma.

El tipo del “templo” de organización central ha sido desarrollado a lo largo de la historia desde las mezquitas árabes a las iglesias católicas del siglo XVI en toda Europa.

Tipo y tipología (como estudio de los tipos), son esquemas espaciales que nos hablan de estas relaciones de formas estables en el tiempo. Por ejemplo, el esquema de los dibujos de templos en la Figura 3 sería:

Figura 4. Secuencia lógica del tipo.

El “tipoentonces se transforma en una herramienta para el proyecta. Tal vez podemos describirlo como un instrumento o dispositivo proyectual, que sirve para alimentar y estimular nuestra imaginación y desarrollar nuevas formas espaciales.

Cuando el tipo se transforma en forma arquitectónica concreta, hablamos de la creación de una “relación tipológica”. Esta nueva forma toma del ´tipo original´ las relaciones fundamentales y les agrega una práctica social concreta, y define sus dimensiones y espacialidades.

Figura 5. Interpretación gráfica entre tipo-forma y espacio arquitectónico- significado o cosmovisión de mundo.

Santa Irene de Estambul, Turquía, (ejemplo de arquitectura Bizantina de la segunda mitad del siglo I d.C) representa un ejemplo de cómo se utiliza el tipo para la concepción espacial del interior. El esquema de organización central regula el sector de mayor importancia de la iglesia, junto al altar en forma de ábside. La iglesia tiene un portal de entrada y un remate en el altar, pero su centro está marcado por una estructura de grandes arcos que soportan una cúpula de quince metros de diámentro y treinta metros de altura, permitiendo que ésta flote sobre nuestras cabezas y se necesario alzar la vista para observarla.

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La nueva solución lograda sostiene la idea de tipo y le otorga una espacialidad concreta. En vez de tomar al tipo como un esquema repetible, tomar a la solución – forma concreta nos lleva al concepto de formato. La arquitectura de formato reduce el proceso de imaginación al mínimo y le quita innovación.


Tercer discurso posible sobre el Saber Proyectar: Relaciones con el Saber Pensar.

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La práctica de proyectar, necesariamente involucra la capacidad de imaginar lo que no existe todavía en términos de espacios habitables, formas arquitectónicas, conjuntos de edificios o ciudad.

Este proceso es de naturaleza intelectual y contiene básicamente ideas generadas a partir de la creatividad del diseñador. Las ideas proyectuales son un conjunto de conceptos que sintetizan razonamientos logrados a partir de estudiar e investigar sobre lo existente, es decir sobre el contexto cultural social de para quiénes se pretende proyectar. Las ideas proyectuales tienen la particularidad de poder argumentar y posicionarse frente a la demanda de hábitat, por casos, los temas de arquitectura, como escuela, circo u hospital, en un contexto cultural determinado y en un entorno físico concreto. Pero también contienen el germen de lo que será la forma y espacialidad de una nueva propuesta arquitectónica o urbana, es decir que permite articular conceptos con formas o, mejor dicho, las ideas pueden claramente direccionar las acciones que el arquitecto propone como solución de hábitat. El proceso proyectual pone en juego conocimientos, algunos que ya tiene el diseñador y que conforman su formación previa, y otros que será necesario construir a lo largo del proceso como investigación específica sobre el tema o necesidad planteada por el conjunto social.

Todo proceso proyectual involucra un tiempo y espacio en el devenir de la práctica, éstos definen para el arquitecto un sentido de su quehacer. Este proceso proyectual puede ser re-pensado en cualquier momento a lo largo de su duración y desarrollo, pero dicho proceso es particular, especial y propio de cada situación en la que se desarrolla. Vale decir que como tal es irrepetible en otros procesos proyectuales y arribar a un producto como proyecto arquitectónico, requiere de un tiempo real, concreto de elaboración y desarrollo para llegar a la forma arquitectónica definitiva que será materializada y posteriormente habitada.

Figura 6. Esquema que sintetiza la relación entre acciones cognitivas y momentos de elaboración y desarrollo del proceso proyectual.

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En la Figura 6 podemos ver la línea de tiempo esquemática que representa el tiempo concreto que conlleva la práctica proyectual. Los momentos son tiempos en los que el proyectista va buscando definir la forma y espacio de la arquitectura, siendo éstos muy distintos y vinculados a otros procesos creativos que involucran los saberes, como pensar, construir y representar a los que nos ha introducido Saldarriaga Roa.

Las ideas van guiando el proceso y son la razón de ser de las formas que se imaginan y se dibujan para poderlas operar y modificar. Se van concretando espacios y formas que pueden ser muy abstractas, pero que luego son lugares y ámbitos habitables, reconocibles a través del dibujo. Saldarriaga Roa es preciso acerca de la necesidad de tener una estrategia que contiene distintos procesos mentales para atravesar el proceso proyectual. Veremos cómo caracterizarlas y relacionarlas al contenido de este discurso y cuáles son los conceptos que nos llevan a los saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica. Una estrategia proyectual incluye, para Saldarriaga Roa, una serie de, al menos, seis procesos básicos, de los cuales nos interesa detallar los siguientes puntos

  • El entendimiento de la “situación problema”, sus componentes y su estructura. En este proceso, según el autor, existe un problema a resolver, y si bien, la arquitectura y la práctica proyectual es el producto necesario para resolver dicho problema, la naturaleza u origen del problema es humano y está vinculado al habitar.
  • Desde nuestra asignatura, dado el enfoque teórico que hemos adoptado, lo que existe o se manifiesta en un tiempo y espacio concreto es una “necesidad”, planteada por un sujeto, grupo social o sus representantes, (el Estado mismo o cualquier organización social que represente a un grupo social determinado) y es el arquitecto (proyectista) quien está formado para problematizar esa demanda o construir el problema. Acá entendiendo que problematizar es cuestionar todo lo que rodea a la necesidad. Vale decir lo Saldarriaga Roa define como contexto cultural.
    No es lo mismo problematizar las necesidades de habitación de una comunidad por un sociólogo, político o por un arquitecto. Éste último necesariamente lo hará en términos espaciales y colocando como centro del problema al habitar humano y las condiciones necesarias que deben darse para que este habitar sea pleno y logre satisfacer las necesidades de dicha comunidad. Cuando, por ejemplo, el Estado decide implementar una política pública para financiar la construcción de escuelas, se motorizan una serie de instituciones y grupos sociales que darán su opinión y su asesoría sobre el tema, pero finalmente una vez tomadas todas las decisiones administrativas, económicas y políticas para que las escuelas sean construidas, deberá ejecutarse la tarea de proyectarlas, y es ahí donde se define claramente el campo de acción para lo cual nos formamos: crear una nueva forma y espacialidad para las escuelas con proyección de futuro para las nuevas generaciones de estudiantes.
    Cuando decimos que problematizar es cuestionar nos referimos a mirar desde un ángulo distinto, a lograr poner todas las cuestiones que giran en torno a la necesidad en indeterminación. Es decir, poder habilitarnos a pensar en otras escuelas posibles, sin dejar de lado la historia y los proyectos de escuelas ya existentes, pero con una actitud sobre todo innovadora. Por eso, indeterminar lo dado o lo existente, es el primer paso en la práctica del proyecto. De lo contrario no será posible aportar a la cultura una novedad, una solución arquitectónica que esté acorde a los nuevos tiempos y la sociedad del futuro. La acción opuesta es acomodar la práctica a lo ya hecho, copiar o reproducir los formatos que han sido parte del pasado sin ninguna discusión o reflexión al respecto y exponernos a reproducir, también los errores del pasado.
    Esta actitud es fundamental para entender la esencia del proceso proyectual de nuestra disciplina. Entonces:
Figura 7.

Un ejemplo de lo dicho, se puede advertir en la conferencia de Alejandro Aravena, respecto de la vivienda incremental. La necesidad de viviendas para los sectores sociales que se encuentran por debajo de la línea de pobreza es un hecho, y las alternativas históricas crean recurrentemente un callejón sin salida. La relación entre las tipologías de vivienda ya ensayadas y el uso del suelo no permiten construir la cantidad de viviendas que son necesarias, y por ello quedarán muchas familias sin vivienda digna. La solución necesita de una dosis de creatividad y de una serie de ideas que luego serán transformadas en un nuevo tipo de vivienda cuyo concepto clave es que sea incremental, es decir que sus propios habitantes con muy pocos materiales y dinero logren hacerla crecer según sus necesidades. Estos proyectos de viviendas incrementales del Estudio Elemental, han sido elaborados para varias regiones chilenas y en varias comunas.

Figura 8. TED Talk presenta a Alejandro Aravena: ¿Mi filosofía arquitectónica? Incluir a la comunidad en el proyecto.

El caso de Antofagasta es interesante, porque se ubica en un área de la periferia urbana de la cuidad donde se asienta lo que los locales llaman «La Población”, en general es la zona más alta de la ciudad a la que no llegan todos los servicios urbanos. Separada del tejido urbano ordenado en forma de damero, por la traza que dejan las vías del ferrocarril minero, «La Población” presenta una organización compleja producto de asentamientos espontáneos sucesivos sin una planificación previa, dando como resultado una densificación poblacional extrema y una aglomeración de construcciones superpuestas. El ejemplo argentino por excelencia, sobre las mismas características es el Barrio 31 (ex Villa 31) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. «La Población” es un fragmento de ciudad sin arquitectos y su configuración se expresa en base a materiales de desechos, livianos y mixtos. Es claro que este tipo de construcciones excede cualquier normativa urbana posible y tiene que ver con lo necesariamente urgente para poder lograr un cobijo mínimo.

Figura 9. Croquis de «La Población», Antofagasta. Fernando Giudici.

En el croquis puede observarse la multiplicidad de construcciones y la superposición de unas con otras. Con el tiempo sus habitantes van logrando que se realicen algunas obras de urbanización, como el asfalto de las calles principales que penetran en la falda del cerro y el tendido del alumbrado público. Este tipo de periferias urbanas son bien conocidas por Aravena y desde hace tiempo son repensadas también como una posibilidad de organizar a las comunidades de estas barriadas, no solo como actores integrantes del proceso de producción de obra sino de mayor cohesión social como colectivo humano.

Figura 10. Croquis de «La Población», Antofagasta. Fernando Giudici.

Pensar la idea de lo incremental en un tipo de vivienda económica, propone asumir que sus habitantes no son meros receptores de una asistencia del Estado, sino que son actores fundamentales de su propia organización social y de la posibilidad de terminar dando forma a su vivienda según sus propios modos de vida y sus necesidades particulares y a la vez colectivas.

Figura 11. Croquis de aproximación desde La Población al conjunto de viviendas proyectadas por Aravena. Fernando Giudici.
Figura 12. Croquis de aproximación desde La Población al conjunto de viviendas proyectadas por Aravena. Fernando Giudici.

Este conjunto en particular, escalonado por la fuerte pendiente del cerro, propone una calle paralela a la principal, que sea sin pendiente y permita la conexión de todas las viviendas por una vereda elevada que tenga vistas hacia el mar. Cada unidad provee una estructura mínima sismo resistente que contiene todos los servicios domiciliarios de energía eléctrica, gas licuado y agua potable. A su vez el mobiliario fijo mínimo para poder montar una cocina y el baño. La división de las habitaciones se da por módulos, uno yuxtapuesto al otro en planta alta. El primero tiene algunos muros construidos y el otro por construir según sean las necesidades de cada familia. La idea de este proyecto es que sus habitantes “incrementen” su superficie de acuerdo a sus propias necesidades y posibilidades teniendo la base principal ya construida

Figura 13. Croquis Conjunto Antofagasta. Fernando Giudici.
Figura 14. Croquis Conjunto Antofagasta. Maira Amaya Gatica.
Figura 15. Conjunto Antofagasta desde avenida principal, croquis Maira Amaya Gatica.

Con este ejemplo intentamos graficar la idea que plantea Alberto Saldarriaga Roa, en el segundo proceso de la estrategia proyectual. Comprender el contexto no alcanza, sino que será necesario problematizarlo e indeterminarlo porque, además, somos parte del mismo. Es decir que estamos inmersos en él y día a día participamos de su construcción social. Para resumir esta posición llamaremos al contexto “realidad” y es nuestra acción la de interpretarla lo más claramente posible para poder intervenirla con nuestra práctica proyectual.

Figura 16. Esquema gráfico que sintetiza las implicancias en la compresión de la realidad y la necesidad del habitar

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La “realidad”, entonces, es una construcción subjetiva del “mundo” que nos rodea y pertenece como hábitat construido, en él se encuentran las claves para poder problematizarlo en términos de arquitectura y formar nuevas ideas para transformarlo y hacerlo más habitable. Expresado en términos generales el mundo construido, como “realidad” es parte constitutiva del sujeto que proyecta y de él se extraen las ideas para su intervención en ella. Su interpretación es clave para entender las necesidades que los distintos grupos sociales manifiestan.

Este material teórico es parte de la clase del 14 de septiembre y contempla actividades en el aula virtual con fecha de entrega. En caso de tener cualquier dificultad con el aula virtual, no dejes de mandar un mensaje por el formulario en el pie de página.

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