Conjunto de saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica

Por Fernando Giudici

Nota: el día 5 de octubre se ha actualizado el texto, incorporando la parte 2.


Parte 1

Relaciones entre los saberes

Retomando lo expuesto en el texto introductorio, desarrollaremos los conceptos generales que permiten comprender la teoría que explica nuestra disciplina y sus prácticas. Tal como lo indica el título, se trata acerca de la construcción de una noción teórica preocupada porque es lo que se debe saber y qué se debe saber hacer en la disciplina arquitectónica. Los saberes están nombrados como acciones que son intelectuales y que están involucrados con la práctica proyectual. Tienen por definición una condición de ser, que se explica en la naturaleza o esencia de esas acciones.


Proyectar

Proyectar, como vimos en los textos anteriores, es la práctica específica que identifica a nuestra disciplina y que se pondera en los planes de estudio como parte de la formación académica para luego ejercer profesionalmente. Decimos que proyectar -en un sentido amplio- es la representación del mundo deseado. Estamos vinculando dos conceptos claves, por un lado, mundo como la realidad misma habitada, que en el contexto de nuestra disciplina nos referimos a lo construido y habitado. Por otro lado, la idea de deseado, cualidad que proviene de deseo, como cualidad clave para que la práctica proyectual tenga un sentido profundo.

Proyectamos para mejorar ese mundo habitado. Es una condición de innovación para un mejor habitar y, como tal, tiene un compromiso ético con la sociedad para quien se proyecta. El deseo, como condición radical del proyecto, es el motor de nuestra imaginación con miras a crear un nuevo lugar habitable. La práctica proyectual tiene la particularidad de pretender, por su mismo proceso interno, que lo que se proyecta sea construido y sea habitado.

El proceso creativo imagina y simula la creación de espacios y formas para ser habitadas y, por lo tanto, éstas modificarán el mundo habitado, dejando una nueva forma construida por un largo tiempo. Pensemos en cualquier obra de la antigüedad y sus miles de años de existencia y ser habitados.

Figura 1. Síntesis conceptual de las implicancias de Proyectar, como representación del mundo deseado.

Pero la afirmación “Proyectar es la representación del mundo deseado”, involucra el término representación, que como acción intelectual permite pensar e imaginar la realidad como construcción mental propia, subjetiva. Cada cosa que existe en el mundo y es percibida por nosotros, tiene un nombre y una forma asociada. En todo momento, nuestra mente representa o tiene una representación del mundo y sus cosas, para comunicarnos con los otros, para construir la sociedad y la cultura como tal.

La ciudad (como hábitat a gran escala) y sus habitantes, representan un desafío para los arquitectos, por su crecimiento y la transformación constante de su forma y de su arquitectura. Es la misión de nuestra disciplina, lograr cuestionar lo que está construido para imaginar una ciudad distinta, más habitable y más democrática.  La acción de indeterminar, implica poner en duda lo que está determinado, como arquitectura y ciudad, para así lograr proponer algo nuevo.


Representar

El lenguaje, como construcción cultural permite representar al mundo y sus cosas en nuestras mentes. Es a través del lenguaje que cosificamos al mundo, nombramos y adjudicamos significado, por lo que logramos representarlo. Entonces para poder explicar qué es el representar para la práctica proyectual, diremos que es la construcción mental que tenemos del mundo material.

Ese mundo que conocemos por nuestros sentidos para luego ser aprehendido por nuestro intelecto, es el mundo que puede ser evocado por el lenguaje y la memoria cuantas veces lo necesitemos.

Tenemos la posibilidad de conocer el mundo, nuestros sentidos nos permiten percibirlo, pero es nuestro intelecto y nuestro lenguaje, quienes nos permiten comprenderlo y luego representarlo. Lo que nos es dado, como seres vivos, es la condición de habitar el mundo y por esa condición es que se activan todos nuestros sentidos, nuestra percepción y conocimientos.

Pero las practicas que constituyen nuestro habitar son las que, en tiempo y espacio, constituyen nuestra experiencia de vida. La experiencia de vida nos permite cosificar el mundo y hacerlo habitable, como así también desde nuestra experiencia de vida que construimos nuestras realidades a partir de nuestras prácticas.

Por ejemplo: si nos comunicamos temprano con alguien y decimos que estamos desayunando, el otro (nuestro interlocutor) puede imaginar y representar esa idea de desayuno. Puede imaginar un mate puesto en la mesa, semitas, tostadas, café con leche, familia, mesa, sillas, pava, cafetera, servilleta, tasa, manteca y dulce. Difícilmente imaginará un guiso de arroz, mariscos y chorizos. A su vez imaginará un cierto tiempo para el desarrollo de esa práctica y un cierto lugar o ámbito para la misma, imaginará cocina o comedor, pero si es domingo esta práctica podría suceder en la cama también.

Figura 2. Síntesis conceptual de las implicancias de Representar, como construcción mental del mundo material.

Nuestra experiencia condiciona a nuestras interpretaciones del mundo, como así también construye ciertas representaciones mentales de lo que las cosas y las prácticas humanas son. Por eso podemos conocer nuestras realidades y también reconocerlas y reconocernos en ellas a través de nuestras prácticas.

Las preguntas fundamentales que nos hacemos frente a la realidad construida son ¿qué? y ¿quién?.

  • Respecto al qué, nos referimos a qué es pensar y reflexionar sobre la realidad misma como mundo posible de ser habitado, el qué, siempre es un pregunta sobre lo conceptual, sobre el mundo de las ideas, de los pensamientos que dan forma a las cosas. Cuando preguntamos por el quién, se trata de pensar y reflexionar sobre el sujeto, el ser que piensa, el que habita, el que experimenta y percibe el mundo, el que produce o reproduce lo cultural heredado en sus prácticas cotidianas.
  • El quién es el que revive lo vivido, porque eniende lo cíclico de la experiencia, como el día y la noche, pero el yo que proyecta, es el que transforma con sus ideas, el que se anticipa imaginando y crea un nuevo espacio habitable, y con su práctica proyectual se proyecta a sí mismo en sus ideas y su posicionamiento.
Figura 3. Síntesis conceptual de las implicancias del QUÉ y QUIÉN del Representar, como construcción mental del mundo material.

Pensar

Pensar es la acción fundamental que orienta nuestras reflexiones durante el proceso proyectual, contiene las bases de nuestros actos creativos y permite orientar el sentido de nuestra imaginación.

El universo de realidades que pueden ser interpretadas para comprender el contexto de producción de la arquitectura es diverso y complejo. Esto porque la práctica proyectual es un conjunto de acciones que relacionan conocimientos de distinta naturaleza, ya sean sociales, económicos, tecnológicos, antropológicos y, por supuesto, los disciplinares vinculados a la formas y espacios arquitectónicos y urbanos.

El sentido principal de nuestras prácticas disciplinares es el habitar como condición fundante de nuestras acciones. Se proyecta pensando y reflexionando en el habitar. Es decir que la cosa (esa que llamamos edificio, casa, hospital, escuela o templo,…) no se explica mucho más allá de las posibilidades de ser habitado y de habilitar las prácticas sociales específicas que han sido pensadas e interpretadas de una realidad que se obtiene del contexto.

Figura 4. Síntesis conceptual de las implicancias del Pensar, desde la idea misma de Habitar.

Existen modos de conocer el mundo que se definen en relación al sentido y la orientación de nuestras prácticas sociales. En una sociedad de múltiples actores y de organizaciones culturales complejas, cada habitante encuentra un modo de conocer el mundo desde su propia realidad. En nuestra disciplina esto se comporta como una condición elemental de nuestro hacer, ya que interpretamos al mundo con el propósito de transformarlo con nuestras ideas, imaginando nuevos espacios habitables. Nuestro modo de conocer y pensar al mundo y sus cosas está atravesado por el habitar como condición básica de reflexión.

Conocer, comprender, interpretar y reflexionar sobre las prácticas sociales humanas, son la base de nuestro pensar proyectual. Ese pensar tiene un devenir, en un tiempo y espacio determinados, se involucra con un pasado, se compromete con un presente y se proyecta hacia el futuro. Toda idea de proyecto trae consigo un recuerdo como parte de la memoria individual y colectiva de un grupo social, como parte de la historia de la cultura construida, también trae una dosis de novedad para promover el cambio y la evolución del hábitat mejorándolo, contiene un conjunto de relaciones y significados que serán traducidos en espacios arquitectónicos, para ser reconocidos, y resignificados por sus habitantes al habitarlo.


Construir

El mundo construido es en parte, un estar ahí de las cosas, pueden de ser conocidas y comprendidas por todos nosotros a través de nuestra percepción, de nuestros sentidos. El estar y la forma de las cosas tienen un porqué y básicamente ese porqué tiene que ver con el habitar. Todo lo que instalamos en el mundo como cosa (desde un edificio hasta un celular) es mundo construido; es un artificio para habitar y habitar tiene un conjunto de prácticas sociales que se asocian al edificio o al celular.

Para la práctica proyectual, el mundo construido representa un territorio conocido dónde se construirá aquel edificio producto de la misma práctica. Pero la condición básica del mundo construido es que sea habitable y, por ser así, representa el conjunto de construcciones que servirán al arquitecto para comprender “lo habitado” y los modos de ser habitado.

Por ejemplo, el edificio escuela se define por la posibilidad de tener espacios para que la práctica educativa se lleve a cabo. La idea escuela está asociada a la noción de aprendizaje, pero no se reduce a ello, es (además de formación) juego, encuentro, expresión del trabajo colectivo, inocencia de un niño o paciencia de una maestra. Todo está grabado en sus muros, en sus ventanas de luz, en la forma de su patio, en las sombras de las galerías, en el brillo del piso antes de entrar al aula, en la fila de niños para comprar golosinas en su kiosko durante el recreo. Estos edificios son un texto que puede ser leído e interpretado por el arquitecto para entender el contexto cultural y construido y así pensar nuevas ideas para proyectar un nuevo mundo.

El mundo construido no es otra cosa que el resultado de nuestras vivencias. Es el producto de nuestra historia que se puede constatar porque somos temporales y espaciantes, y dejamos rastros de nuestras prácticas de cada día. El mundo construido nos habla de la sociedad, de sus modos de organizarse. Si aparece un edificio llamado Casa de Gobierno o Palacio de Justicia o Estadio Cerrado o Auditorium, nos estará señalando la multiplicidad de actividades que pueden darse en un lugar y de cómo esos edificios responden, con su forma y su materialidad, su tamaño o su equipamiento, con sus servicios o con su tecnología, a las prácticas sociales para las que fueron proyectados.

Figura 5. Síntesis conceptual de las implicancias del Construir, como mundo construido para ser habitado.

El mundo construido tiene forma y tiene un significado para los que lo construyeron y lo habitan. Tiene historia y tiene un modo concreto de expresarse mediante elementos materiales como casa, puerta, portal, atrio, explanada, columnata, ventanal, calle, vereda, arboleda o cornisa…

Todos estos elementos construidos tienen un lenguaje y se expresan constructivamente frente a nuestros sentidos y nos transmiten mensajes, muchos de estos inscriptos en su forma, y fueron las ideas que les dieron origen durante el proceso proyectual. Por eso, el mundo construido lleva dentro de sí las técnicas constructivas, los modos de construir y la expresión propia de materia, expresada por los materiales de construcción.

Pero también contiene conocimientos propios de la arquitectura, que le dieron vida primero en la imaginación del arquitecto.


Síntesis

Figura 6. Síntesis conceptual del conjunto de saberes y prác-ticas de la disciplina arquitectónica.

Las cuatro acciones, Proyectar, Representar, Construir y Pensar, son constitutivas de la práctica proyectual. Se justifican en sus relaciones y en sus productos intelectuales.

No es posible proyectar arquitectura sin atravesar un proceso de aprendizaje y de construcción de nuevas representaciones mentales que muten en el deseo de transformar el mundo construido y habitado.

Representamos todo el tiempo aquello que queremos comprender. Son nuestras representaciones del mundo las que nos empujan a querer cambiarlo a través del proyecto, de buscar nuevas soluciones habitables. Pero la raíz y soporte de nuestras acciones proyectuales es nuestro pensamiento proyectual, que también va cambiando, creciendo y ampliándose con cada idea puesta en el papel o pantalla, con cada forma que es generada, con cada reflexión sobre el espacio conformado, con cada crítica que le otorgue sentido a nuestra imaginación. Y con cada gesto que recupere al habitar como centro del problema proyectual.

Podemos agrupar al representar y al construir, porque en su relación encontramos la mirada que tiene el proyectista del mundo que quiere indeterminar, entiende su forma y su contenido y es capaz de comprender su materialidad como hecho constructivo. La relación entre estas dos acciones, marcan un tiempo pasado y presente de la práctica proyectual, permiten imaginar nuevas representaciones del mundo a construir.

Las ideas, producto del pensar, son las guías del proyectar, orientan al deseo y permiten imaginar nuevas formas habitables con sentido histórico y con identidad cultural. El proyecto siempre tendrá en su germen, en su esencia, la posibilidad de intervenir el mundo, es su objetivo y también es su meta trascendente: transformar el mundo para que sea más habitable y más justo.


Actualización

Parte 2

Hacia la profundización de sus relaciones

Los esquemas gráficos que se desarrollan en este texto tienen una doble finalidad y deben ser estudiados desde esa intención. Por un lado, cada esquema expresa una parte de las reflexiones sobre el proceso proyectual y sobre los conceptos o nociones que se encuentran involucrados. Por otro lado, los esquemas gráficos permiten reflexionar sobre la propia práctica proyectual y sirven de orientación y referencia al momento de proyectar, es decir que se trata de una serie de esquemas que actúan a modo de modelos porque representan un aspecto o situación dentro del proceso proyectual.  Estos modelos son incompletos o intermedios, porque relacionan algunas variables, no todas, según sea la temática que van abordando.

En el texto anterior se pudo explicar la necesidad de centrar el pensar -como acción reflexiva y creadora de ideas-, en la problematización constante del habitar humano. Esta prerrogativa es siempre compleja de entender, sobre todo cuando estamos acostumbrados a admirar una obra de arquitectura como si fuera una obra de arte.

La historiografía arquitectónica occidental se ha abocado casi exclusivamente, por siglos, en la descripción y catalogación de las obras de arquitectura, según períodos, lenguajes o estilos. Es decir que se ha especializado en resaltar sus aspectos formales ya sean entitativos o abstractos (nos referimos a su geometría, proporciones y regulaciones) o concretos, (formas constructivas, color y materialidad), más que en una valoración sobre su habitabilidad. Por ejemplo, el arquitecto suizo francés “Le Corbusier” ha sido mencionado en incontables oportunidades, en la historiografía por una vivienda: la villa de la familia Savoye, en la ciudad de Poissy cerca de París, una vivienda que prácticamente no fue habitada. No obstante, los críticos de arquitectura le han dedicado cientos de páginas a su descripción, análisis y desarrollo, en sus cualidades formales.

La pregunta se presenta una vez más: ¿Qué hace de nuestra disciplina, una disciplina necesaria? ¿Por qué debería la sociedad afirmar y confiar en que los arquitectos podemos proyectar su hábitat, sea este urbano o rural? Estamos convencidos que la clave reside en que somos y seguiremos siendo quienes nos especializamos en interpretar las prácticas humanas, somos quienes son capaces de imaginar formas habitables y hacerlas posibles, realizables con sentido cultural.

De otra manera nuestra disciplina caería en estrictos formalismos que, si bien pueden ser muy creativos, cuando no, atractivos en la propia experiencia sensorial y perceptual de cualquier habitante, no logran concretar su misión fundamental, que es la de propiciar en su espacialidad un habitar pleno y acorde a las necesidades demandadas.


El Habitar como acontecimiento

Las prácticas sociales, son en su conjunto, la expresión concreta del habitar humano, lo presentamos así en nuestro primer texto. Las acciones representan, en tanto palabras, la necesidad de un sujeto que les otorgue sentido. Comer, correr, estudiar, festejar, aprender y proyectar, son prácticas que entendidas en su contexto cultural permiten comprender a una sociedad y a su cultura.

Dichas prácticas, y sobre todo en nuestra experiencia de habitar como latinoamericanos, pueden o no estar contenidas en un espacio físico adecuado. Así es que podemos observar una reunión en torno a un asado típico nuestro en una casa, con galería y asador, o podemos, ver un grupo de amigos en la banquina de tierra de una calle cualquiera, utilizando el cordón a modo de banqueta.

El ser humano busca de alguna manera, concretar sus prácticas y habitar de cualquier modo. Será entonces el compromiso de los que proyectamos, imaginar un ámbito adecuado para contener esas prácticas que den cuenta de una mejor condición de habitabilidad.

El siguiente esquema gráfico manifiesta en el centro, su preocupación por el habitar, traducido mediante la palabra acontecimiento. Se refiere a acontecimientos que son importantes en un grupo social y que a su vez contienen una serie de significaciones para sus habitantes como los atravesamientos, tal que permanecen en el tiempo y la historia de un grupo humano y son reproducidos a lo largo de varias generaciones, como un modo de identificarse y pertenecer a un conjunto social y producir cultura.

Figura 7. Esquema gráfico que teoriza sobre las prácticas sociales del habitar, a través del Acontecimiento, observando el centro del esquema.

Todo acontecimiento social está relacionado con un conjunto de significaciones que lo delimitan y justifican. Es común ver cómo ciertas familias se endeudan para poder costear una celebración matrimonial. El deseo colectivo de honrar una unión de pareja y de protagonizar la fiesta como hecho social que consuma la unión, es una tradición que se sostiene en nuestra cultura. No es posible participar plenamente de dicho acontecimiento, sino se comparte en algún grado, las significaciones o atravesamientos.

Por otro lado, los acontecimientos, no importa su índole o naturaleza, se dan en un tiempo y espacio; y la cultura ha ido construyendo una noción o representación mental del espacio y forma para la ejecución de tal acontecimiento. Por eso se trata de comprender e interpretar estos espacios y formas, como las conformaciones en las que suceden los acontecimientos.

El esquema gráfico comienza a relacionar conceptos y a poner en acción ciertas tensiones (representadas con las flechas). Es decir que se trata de pensar e interpretar acontecimientos que son constitutivos del habitar de un grupo social cualquiera; en comprender la relación que existe entre su modo de darse estas prácticas, sus significaciones y los espacios que son utilizados para tal fin.

Figura 8. Esquema gráfico que teoriza sobre las prácticas sociales del habitar, a través del Acontecimiento, observando las relaciones periféricas al centro del esquema.

El esquema gráfico, además, vincula los acontecimientos a las nociones de tiempo y espacio. Esta relación tiene para el desarrollo de los “saberes y prácticas de la disciplina arquitectónica”, un sentido dual, ya que la práctica social posee un tiempo y un espacio, en sentido histórico, le brinda un contexto, como información, a la propia práctica proyectual y a la comprensión, como proyectista, que se tiene del tipo de práctica social.

Un ejemplo de lo dicho es reflexionar acerca del espacio que se proyecta para la reunión familiar en torno a la mesa. En principio, la mesa como cosa, define un uso diferenciado, permite apoyar los objetos necesarios para comer. Pero solo se reducirá a comer, si existen otros espacios que contengan otras mesas, para jugar, estudiar, reparar, trabajar. Mesa de juegos, escritorio, mesada o banco de trabajo. De otro modo, la mesa y el espacio que la contiene serán comedor, estudio, sala de juegos y taller. En una vivienda mínima y económica esta situación es recurrente. Por lo tanto, pensar en el “comedor”, como parte de los espacios que constituyen una vivienda, dependerá de las representaciones mentales que la sociedad construya de ello y de la mirada del proyectista sobre el mismo.

En el esquema se tensionan el deseo, el pensamiento y el posicionamiento del proyectista como posibilidad de interpretación de la práctica social, ahora devenida en acontecimiento. En el ejemplo del comedor, podemos ahora decir, que ese espacio muta según la hora del día, que la misma mesa que ha servido para apoyar una panera y una fuente con fideos, más tarde sirve para apoyar la computadora y unos cuadernos y más tardes servirá para jugar a las cartas y beber cerveza con una picada. Esta mutación, es también parte de la tensión entre espacio y tiempo, por eso podríamos resumir que existe una relación de diálogo o dialéctica entre lo que permanece y lo que cambia.

En la base del esquema están “los pies puestos sobre la tierra” y la capacidad de ser críticos. La interpretación del mundo a partir de la realidad, es un ejercicio constante que no debe tomarse como estático

El mundo como producción cultural muta, se encuentra en permanente cambio, el proyectista debe cuestionarlo y reinterpretarlo cuantas veces sea necesario durante el proceso proyectual, porqué éste es el contexto de la práctica social devenida en acontecimiento, es el campo de la justificación y argumentación de lo que es habitable y lo que no, pero, sobre todo, representa un recorte de lo que entendemos como real.


Conocimiento y proceso proyectual

Pensar en la idea misma de habitar, implica asumir que los procesos cognitivos que se producen en la mente del proyectista que son dinámicos, conllevan cierta creatividad, ya que cada vez que cuestionamos algo que hemos naturalizado, mirarlo con nuevos ojos, nos sensibiliza y estimula la creatividad al imaginar opciones posibles.

Esto es así porque somos capaces de establecer relaciones significantes entre estos procesos y nuestras experiencias y conocimientos, de allí que nos sea posible la edificación de ideas. Estas ideas nacen del sentido y valor que le damos a nuestras reflexiones, pero siempre con la intención de innovar y transformar el mundo en términos de espacios habitables.

Ya hemos señalado que todo aprendizaje involucra la construcción de conocimientos, pero, en el proceso proyectual, los aprendizajes se relacionan con la construcción de nuevas ideas de proyecto y sobre todo con los procesos creativos que motorizan distintas ideas.

Figura 9. Esquema gráfico que problematiza la construcción de conocimiento al interior del proceso proyectual.

En el centro del esquema gráfico, ubicamos las acciones y pensamientos que se desarrollan al interior del proceso proyectual, las que son parte de la construcción de nuevos conocimientos por parte del sujeto que proyecta (Figura 9).

Cada proceso aporta nuevos conocimientos, no sólo al proyectista, sino al entorno inmediato y mediato social en el que se encuentra. Desde los ejercicios académicos planteados en el aula entre estudiantes y docentes, hasta las prácticas profesionales; todas involucran un conjunto de conocimientos que se comparten y se trabajan. Cada experiencia de proyecto, por pequeña que sea, deja un campo de conocimientos para ser explorados y utilizados. Sobre todo, cuando el proyecto se construye y modifica la realidad de otros, pasa a ser un conocimiento público que puede ser interpretado por todos, en especial por aquellos que se forman en la disciplina arquitectónica.

Lo que el esquema gráfico nos anticipa es que el sujeto que proyecta, que proyectando construye nuevos conocimientos, necesariamente se involucra objetivamente con el proceso. Entonces sus teorías y concepciones sobre la arquitectura, su posición ética frente a la disciplina arquitectónica y la sociedad, y sobre todo el deseo de transformar el mundo habitable, van a incidir y orientar esa construcción de saberes.

Las interpretaciones de la realidad que el proyectista pone en juego, tanto provengan del campo de la cultura, la economía, la tecnología, …, son parte de las representaciones mentales que el sujeto vincula, relaciona y argumenta al momento de proyectar.

Este esquema gráfico, que en su forma parece simple, intenta explicar conceptualmente todos los aspectos que quedan involucrados en un proceso complejo como el proyectual y, sobre todo, poner de manifiesto la importancia que tiene la producción de conocimientos en nuestra disciplina, y cómo desde las teorías que sustentan los actos creativos desde otros campos disciplinares como la psicología cognitiva, se construyen otras teorías más amplias que pueden cambiar paradigmas en la arquitectura y permitir evolucionar a la disciplina arquitectónica.


Sobre el proceso de ideación

Hasta aquí, hemos afirmado que para cualquier proyectista es clave ser consciente de los conocimientos que se producen al proyectar. Si bien, finalmente, todo quedará contenido en primer lugar, como forma y espacio de la arquitectura expresado en el proyecto y más tarde como materialización del mismo, será necesario poder verbalizarlo, explicarlo y registrarlo como proceso.

En las acciones creativas están íntimamente ligados los conocimientos y la capacidad de imaginar formas, lo que todo proyectista ejercita dentro del proceso. La relación conocimiento – imaginación se articula con las ideas proyectuales, que son orientadas por nuestras acciones creativas. Es por ello que en el centro del esquema gráfico (Figura 10) se presentan tres acciones expresadas como metas, la ideación como la síntesis principal de nuestros actos creativos, el conocimiento, necesario para comprender, problematizar y fundamentar la realidad y la imaginación como la capacidad de recrear en nuestra mente, imágenes de lo que no existe aún y darle forma.

Figura 10. Esquema gráfico que explica el proceso de Ideación, dentro del proceso proyectual.

Las ideas o conceptos que orientan el proceso, surgen de asociaciones complejas en la mente del arquitecto. Por ejemplo -aunque parezca simple-, el conjunto de ideas que orienta el proyecto de la vivienda incremental de Alejandro Aravena se fundamenta en una serie de reflexiones producto de conocer e investigar sobre políticas de vivienda, tendencias financiero-económicas y valor de suelo, desarrollos tecnológicos, valores culturales, modos de vida y prácticas sociales, modos de trabajo cooperativo y dinámica social en comunidades, etc., sumado a las experiencias proyectuales previas del arquitecto; a su posición frente a la vivienda social como deuda ética desde las políticas de estado y a su mirada respecto a la arquitectura y su misión profesional.

Como explicación posible de este esquema gráfico, importa comprender que cualquier proceso de creación de formas dentro del proceso de diseño hace uso de ideas, conceptos y significados, pero es importante puntualizar que las ideas están intrínsecamente ligadas al modo particular de pensar del proyectista, el deseo de transformar la realidad como estímulo y su posición frente a la arquitectura, es decir, frente a la disciplina.

En el desarrollo de la teoría de los Saberes y Prácticas de la Disciplina Arquitectónica estos esquemas gráficos integran relaciones que están siempre presentes, como constantes, entre ellos: realidadinterpretación o pensar – deseo – posicionamiento (obsérvese la periferia de cada esquema gráfico).

Estos conceptos que se ubican en los bordes o periferia del esquema gráfico nos permiten confirmar que siempre están operando en el proceso proyectual y orientan decisiones y acciones del proyectista durante el proceso.

Para completar el sentido del esquema gráfico, cabe destacar que reflexionar acerca de la idea de transformación, implica asumir que las acciones creativas dentro del proceso proyectual tienen efectos concretos en la transformación de la realidad: la casa, la calle, el barrio, la manzana, el parque, la ciudad, etc. Éstos se verán modificados materialmente y son finalmente las ideas las que promueven la transformación del mundo construido. Por lo tanto, estas ideas, las ideas proyectuales y las decisiones asumidas por el proyectista en estas ideas, constituyen el proceso de Ideación y es lo que impacta en la sociedad en su conjunto, condicionando las prácticas del habitar de una comunidad. El diseñador debe ser consciente en todo momento de las implicancias de sus decisiones creativas.

Entonces, por ser el proyecto una práctica social que interviene en la realidad y la transforma, posee un fuerte sentido político en la vinculación con la sociedad en su conjunto, y el arquitecto no puede eludir esa responsabilidad política y social.

En el mismo sentido, toda propuesta arquitectónica comunica, a través de su forma, un lenguaje que es propio de la disciplina. Este lenguaje es decodificado por todo grupo social que la habita y produce en este grupo una apreciación estética. Lo estético no es un atributo de la forma como objeto, sino que es una condición y capacidad del sujeto que la habita y del sujeto que la proyecta.

Esta apreciación posee una doble condición, en lo sensible y en el significado que los sujetos le asignamos a la arquitectura como objeto. La apreciación estética es una construcción cultural, y cómo tal es susceptible de ser promovida e incentivada, por lo que la valoración sobre la noción de “bello o agradable” -o sus opuestos-, entre los habitantes y la materialidad construida de las ciudades, a través de nuestros proyectos, es clave para la construcción de un hábitat que sea apropiado y apropiable, de lo contrario construiremos formas ajenas a la cultura y que si bien pueden destacarse en el entorno físico por su novedad, no serán fácilmente aceptadas y habitadas.

Otro tanto sucede con la capacidad del proyectista de interpelar el habitar a través de las prácticas sociales: toda interpelación conlleva por detrás un compromiso ético, para consigo como profesional, ante la disciplina y para con los habitantes de la comunidad en la actúa. Al igual que la apreciación estética, la valoración ética sobre cómo debe ser el mundo, también debe ser estimulada y promovida a partir de la empatía con el otro.

Es necesario dejar en claro que el esquema gráfico intenta problematizar estas relaciones y otorgar a la práctica del proyecto toda la responsabilidad ante la transformación de la realidad desde un compromiso con la sociedad y la cultura, ya que la arquitectura, como formas habitables construidas, sobreviven a muchas generaciones y permanecen en la memoria por decenas de años, impacta en los modos de percibir la ciudad y son testimonio de la historia de la cultura.

No es exagerado pensar en la responsabilidad mayor que tienen los arquitectos al idear y crear en sus mentes nuevas formas habitables. En el ejemplo de la vivienda incremental de Aravena, es claro como la idea de espacio flexible, autoconstrucción y cooperación son vinculadas a un compromiso de lograr nuevas y mejores viviendas para los grupos sociales más carenciados.

Para completar el desarrollo teórico del esquema, pensamos que el sujeto proyectista se encuentra siempre en una actitud curiosa, interpelante, que le permite comprender e interpretar el mundo, que producto de esa interpretación obtiene y construye una serie de conocimientos de naturaleza diversa, y como expectativa, crea formas habitables que sintetizan en sus ideas proyectuales.


Niveles de creatividad y metas del proceso creativo

En este último esquema se intenta completar y especificar ciertas acciones intelectuales, que son fundamentales para comprender los procesos creativos, que pudimos ver en el texto introductorio, cuando desarrollamos el proceso proyectual en términos de tiempos mentales y creación de ideas. (Figura 11).

Las ideas motivan, ciertamente, las acciones que permiten crear formas, pero este proceso no es instantáneo, necesita de práctica constante, de estudio y de un proceso exploratorio que a veces llega a un fondo de saco roto y es necesario dar un giro al sentido de nuestras búsquedas. La forma emerge después de un proceso de inmersión bien profundo. La mente creativa del proyectista, a través del dibujo, explora posibilidades y descubre soluciones parciales o nuevos problemas. Dentro del campo de posibilidades que tiene a mano el arquitecto, está la de innovar, es decir, de promover alternativas de forma y espacio que todavía no han sido resueltas de esta manera singular. La innovación puede estar vinculada a lo material, a las técnicas constructivas, a los modos de incluir a los habitantes dentro del proceso, a los lenguajes y formas de expresión arquitectónica, al modo de relacionar arquitectura y ciudad, a lo sustentable, a las economías alternativas, etc.

Todo este proceso cognitivo, se regula por la capacidad de desarrollar la imaginación, vinculada al deseo, el pensamiento y el posicionamiento del proyectista, esto ocurre porque no es posible idear lo que no se piensa, o lo que no se cree válido o lo que no se desea como hipótesis de una habitabilidad mejor para la sociedad. El proyecto puede verse, en este sentido, como un gran acto de fe, no religiosa ni mítica, sino en un acto de fe de que lo imaginado y creado luego de ser construido será plenamente habitado. Por tal motivo, durante todo el proceso de proyecto, sólo podemos conjeturar que esas formas y espacios será plenamente habitadas, apropiadas y disfrutadas por sus habitantes y sólo cuando esto suceda podremos verificar si lo que exploramos y descubrimos, imaginamos e ideamos, fue cierto. De esto se trata proyectar, de eyectarse hacia adelante, de anticiparse y de pensar que lo imposible se hace posible en la mente del diseñador, en sus deseos y en sus convicciones como profesional al servicio de los habitantes.

Por último, saber que la crítica es una acción necesaria para “tener los pies sobre la tierra”, elaborar una valoración sobre los aspectos positivos y limitantes en nuestro proceso y otros procesos proyectuales; no dejando de lado la interpretación de la realidad, la crítica como un aprendizaje que permite reconfigurar no solo las ideas proyectuales, sino los conocimientos y las reflexiones que edifican el posicionamiento del proyectista.

La valoración crítica no se reduce al proceso cognitivo del proyectista, ésta puede ser capitalizada a partir de la sensibilidad en interpretar la experiencia de los que habitan y experimentan la arquitectura, por aquellos que realizan sus prácticas cotidianas. Volver al lugar, entrevistar a los habitantes y reconocer los aciertos y errores es parte fundamental del saber proyectar.

Figura 5. Esquema gráfico que centra su atención en las metas del proceso creativo, como la exploración, descubrimiento e innovación.



Este material teórico es parte de las clases del 28 de septiembre y 5 de octubre, y contempla actividades en el aula virtual con fecha de entrega. En caso de tener cualquier dificultad con el aula virtual, no dejes de mandar un mensaje por el formulario en el pie de página.

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