En la experiencia de muchos arquitectos, el proceso proyectual no concluye nunca. Pero ¿cómo puede ser esto posible? Para ello debemos considerar dos cuestiones: La primera de ellas es que el encargo de todo proyecto arquitectónico, en algún momento resulta necesario ser “cerrado” y producir toda la documentación necesaria para que sea posible construir y materializar lo que antes eran dibujos y especificaciones técnicas sobre aspectos constructivos y materiales de la futura obra de arquitectura. La segunda cuestión está vinculada a la afirmación inicial, que el proyecto arquitectónico surge de un proceso cognitivo que no concluye, ya que se trata de un trabajo intelectual, que producto de la formación disciplinar, el arquitecto alimenta constantemente.
De allí que entendamos que el pensamiento proyectual no termina cuando la obra se construye, sino que se alimenta, continuamente, de varios procesos cognitivos en la mente del proyectista y que proceden de múltiples fuentes de conocimiento y de diversos procesos intelectuales.
Uno de los procesos posteriores a la concreción de la obra de arquitectura, es la experiencia misma en el espacio construido. Es decir, la arquitectura en la experiencia de habitar de sus habitantes, uno de los cuales puede ser el mismo arquitecto. Así, al percibir y habitar el espacio, puede ser la primera oportunidad que el arquitecto pueda comprobar si aquello que imaginó finalmente responde a los objetivos de transformación y qué es lo que en este espacio se experimenta al ser vivido.
El proceso de proyecto es en sí un proceso de aprendizaje o de construcción de conocimiento, que se comparte con la comunidad y es parte de la transformación de nuestras ciudades y barrios. Otro proceso muy necesario e interesante para el arquitecto, es la reconstrucción mental del proceso de proyecto. Es decir que el arquitecto intenta volver atrás rememorando para reflexionar, de forma consciente, sobre sus propios momentos creativos y los estímulos que recibió durante el proceso. Pero también se piensa en nuevas relaciones posibles entre lo que se pensó y lo que es parte de las ideas del arquitecto posteriores a la construcción de la obra. A este proceso que reconstruye hacia atrás en el tiempo y que intenta revisar los procesos creativos y reflexivos le podemos denominar “arqueología del proyecto”.
Vale decir que el arquitecto, como si fuera un arqueólogo, vuelve a examinar este proceso de modo tal de identificar ideas, razonamientos, motivaciones en su pensamiento y sus dibujos para así encontrar nuevas relaciones y explicaciones de su quehacer proyectual.
Las ideas proyectuales y los esquemas mentales del sujeto que proyecta
Pensar en una arqueología del proyecto de la Casa Gusano es una tarea que se inicia motivada por la tarea de enseñanza. Las teorizaciones de la asignatura “Introducción al Pensamiento Proyectual” nos permiten reflexionar sobre las decisiones que se toman al proyectar y así comprender cómo el sujeto imagina. Sobre todo nos interpelan, y surgen preguntas acerca de dónde provienen las imágenes y los esquemas espaciales que vamos configurando.

En la experiencia de la Casa Gusano, la primera idea que fue plasmada en el primer boceto tiene que ver con el patio. El patio como espacio doméstico tiene muchas maneras de ser estudiado, pero lo importante aquí es comprender de dónde migran esas ideas y a qué eventos y significados quedan asociados. Una posibilidad es recordar aquellos patios que fueron parte de nuestra experiencia de vida.
Rememorar y describir para descubrir
La casa de mis abuelos maternos tiene un gran patio que fue parte viva de mi niñez. Se trata de una típica casona emplazada en una esquina de la manzana; construida en adobe, pero de fachada en ladrillos. La casa tenía acceso por dos calles, de distinta función. Uno de estos ingresos era destinado a la casa de la familia, mientras que el otro, se destinó al negocio de mi abuelo, que era “corralonero”.
Este primer ingreso, a través de una alta puerta de doble hoja de madera, conducía a un profundo zaguán que desembocaba en una galería cerrada con mamparas de vidrio y metal. La casa poseía una organización en forma de L. La galería abrazaba un patio cuadrado, de baldosas calcáreas rojas.
Recuerdo jugar con mis primos en verano, mojándonos con el agua de la manguera y deslizarnos de “panza” gracias a la suave textura de sus baldosas. Todo el patio se cubría a través de un gran parral, brindando sombra y uvas en verano.
El ala de la galería que miraba al sur tenía una parte cerrada con la mampara para unir la cocina con el comedor y la habitación de mis abuelos. Antes se presentaba toda abierta, pero supongo que debía ser muy fría en invierno.
Del ala que se orientaba al oeste colgaban cortinas pesadas, de lona verde, como protección del sol de la tarde. Siendo pequeños niños, las cortinas se convertían en nuestras lianas, como si fuéramos pequeños “Tarzanes”, enojando así a nuestra abuela, que algún objeto encontraba para arrojarnos, mientras escapábamos de sus gritos y proyectiles.
Todas las reuniones familiares sucedían en la galería abierta. Si se trataba del invierno, en el ala este y si era verano, en el ala sur. Se colocaba un mesón muy largo, dividiendo el sector de adultos del de los niños. Mi abuelo presidía, desde la cabecera, esa mesa y servía el asado con mucha dedicación, siempre recompensado por el buen apetito de todos…
Relato de anécdota personal. Fernando Giudici.

En aquellos días, el patio era toda vivencia, el lugar de reunión -sobre todo en las noches de verano- para los cumpleaños, las fiestas religiosas y el carnaval.
Hoy, estos recuerdos permiten reflexionar de qué está hecho un patio, en términos de arquitectura, que no es necesariamente ese patio del recuerdo como cosa concreta. Pero su recuerdo permite, desde la memoria, revisar sus elementos, su espacialidad y su forma.
Relato de anécdota personal. Fernando Giudici.
La imaginación y las ideas proyectuales
El tiempo que se invierte en revisar, desde la memoria, ciertas espacialidades y formas que han sido – de alguna manera – muy acertadas para habilitar las prácticas sociales. Vale decir el habitar pleno es clave al momento de proyectar. Es común ver a los estudiantes de arquitectura pretendiendo encontrar soluciones (o formatos) para sus proyectos durante la formación de grado, buscándolas en revistas y libros de arquitectura sin una reflexión sobre la propia experiencia y la propia ciudad. Es decir, ese mundo construido que hemos sabido habitar y significar durante nuestra vida y que pertenece al acervo arquitectónico propio. Pero esa acción reflexiva debe orientarse desde una mirada disciplinar.
¿A qué nos referimos con la expresión “mirada disciplinar”?
Básicamente se trata de un problema de conocimientos y de sensibilidad para percibir y conocer. Percibir el mundo y comprender lo que se percibe no es una acción automática, debe ser entrenada y mediada por ciertos conocimientos. De otro modo, el patio será sólo un recuerdo agradable y nada más, pero no será materia de estudio para reflexionar sobre el problema teórico y práctico del patio como espacio habitable a través de la historia, historia que nos constituye y nos pertenece.

Interpretación gráfica de los elementos que componen nuestras imágenes mentales
Veamos cómo funciona esta mirada disciplinar. En primer lugar, se trata de darse cuenta que existen ciertas relaciones entre la forma y el espacio que definen a este lugar como patio y le otorgan un carácter. Ese carácter es lo que encontramos como replicado en los tantos patios habitados y conocidos. La forma que demarca el piso de baldosas calcáreas, este plano liso y rojo puede que haya sido cuadrado o próximo a un cuadrado; vale decir que este plano de piso o nivel de piso terminado, continuo y sin desniveles no parece ser un dato menor, ya que la continuidad del nivel de piso permite conformar distintas alternativas de organización del espacio a través de distintos muebles, como mesas, sillas, etc., o habilitar algunas prácticas como bailar, jugar o desplazarse con libertad y seguridad. El plano del patio es una condición básica de su habitabilidad y de su flexibilidad de uso.
“El patio se configura en sus límites”, es decir que no sólo la forma del piso o solado brindan forma, sino que los límites de elementos verticales que participan del contorno del patio son parte de la clave. En nuestro caso, la galería en forma de “L” presenta un primer límite y no se trata de un muro, sino de un espacio que se configura de forma lineal. La galería “envuelve” la cara norte y este del patio. Pero la galería, como espacio, está materializada por un muro de adobe, cuyas puertas conducen a las habitaciones, por la cubierta de vigas de madera y cañizo y por las esbeltas columnas de madera de pinotea con capiteles de madera también. Para proteger el borde de la cubierta, se colocó una cenefa metálica que recordaba a la galería de las viejas estaciones de ferrocarril. Las columnas y sus capiteles estaban pintadas de rojo y el muro tenía un color amarillento, como desgastado y atenuado por el sol. Las puertas de doble hoja, muy altas y esbeltas, estaban compuestas de láminas de vidrios repartidos y una claraboya que permitía, en verano, ventilar sin necesidad de abrir las puertas. La galería era el espacio de conexión principal de la casa, era protección del sol y de la lluvia y sobre todo era el lugar para disfrutar el patio plenamente.
El patio no posee techumbre (los hay techados), pero el gran parral cubre casi toda su extensión. El parral se desarrolla y trepa sobre una malla de alambres, bien tensados desde los bordes de la galería. Las tardes calurosas de verano son más apacibles bajo la sombra del parral. En el piso se dibujan y recortan figuras de formas diversas que le dan una textura visual al piso rojo.

Si bien la galería cierra el patio hacia el norte y el este, hacia el sur hay cierta continuidad visual hacia un segundo patio de trabajo y el corralón. Un muro bajo, tipo tapial, resuelve la diferencia de altura de casi medio metro y permite una línea de grandes macetas con grandes helechos, geranios y malvones, muy bien cuidados por mi abuela. Los helechos definen un borde claro con el segundo patio y dan una pincelada de verde que se suma a la del parral en verano, y en invierno sostienen el color contra el tapial de color de azul. Casi sobre la galería el tapial se recorta y da paso a una pequeña escalinata que conduce al otro patio. A uno de los lados de la escalinata, una gran pajarera contiene un pequeño árbol seco (recuerdo observar con detenimiento los zorzales y algunas otras aves que cantaban todo el día). Al otro lado, una pileta de agua que casi siempre estaba llena y que se usaba como depósito para regar a baldazos el patio de trabajo y las macetas. El límite oeste lo materializaba el muro de la cocina y baño, cuerpo de locales que quedaban fuera del sistema que conectaba la galería. Estos ambientes eran más bajos, y es notable que fueron agregados con posterioridad al resto de la construcción. La cocina tenía una pequeña ventana hacia el patio con un buen ingreso de luz natural en ella.
Como espacio doméstico, el patio, es un regulador del clima permitiendo que las habitaciones conserven una temperatura óptima para su habitabilidad. En verano, la galería y el parral detienen los vientos estacionales y el sol de la tarde. Y si con ello no fuese suficiente, el cortinado pesado garantiza una apacible sombra en la galería. En invierno, la gran altura de la galería permite que el sol toque sus muros e ingrese, a través de las puertas, al interior de las habitaciones. En cuanto a la altura de las habitaciones, clave en verano, posibilita que el aire caliente suba desde el nivel de piso, manteniendo temperaturas más agradables. En invierno, este efecto es inverso, resultando más difícil preservar el calor en el interior de las habitaciones, por lo que se aprovecha el calor del sol en las tardes, manteniendo abierta las puertas, para que el calor contenido en el patio se transfiera a las habitaciones como modo natural de calefacción. El confort térmico, sin el uso de dispositivos mecánicos y electrónicos como acondicionadores de aire y ventiladores, sólo es posible a través de moldear sabiamente los mismos elementos de la arquitectura.

El patio es, por configuración espacial, un espacio claustral cerrado o semicerrado; posee límites claros y permite relacionar visual y físicamente con otros ambientes de la casa, es lugar de reunión y actúa como centro de la composición espacial de la casa. Permite control climático y es referencia visual constante en el movimiento que despliegan sus habitantes por la casa. Es decir que, desde cualquier ambiente de la casa, se visualiza la espacialidad del patio. Es lugar de prácticas domésticas cotidianas y especiales, permite la sociabilidad en muchas escalas y es el germen de la casa, como centro de las prácticas domésticas.
El proyecto moderno de la casa compacta, hoy bien definido en las casas de prototipo diseñadas por el Estado y por diversos emprendimientos urbanos, rompió con la idea del patio y ubicó a la casa en el centro de la parcela, dividiendo el espacio libre en frente y fondo. Así, el patio perdió su rol en la configuración de la casa.
Si bien, en el proyecto de la “Casa Gusano”, no se materializa de manera explícita el concepto de patio como centro de la composición, se rescata en la idea de intimidad y control visual de un estar afuera en relación a los distintos ámbitos de la casa. Moverse por los interiores de la casa es poder mirar hacia el patio y mirar la galería. La casa no termina de cerrar en un claustro, pero al menos deja algunos temas instalados al articular el jardín (noción moderna), con la galería y el estar, aunque es cierto que la galería podría haber terminado de unir todos los ambientes formando una “L”. De este modo el control del asoleamiento desde el norte, le hubiera aportado un mejor acondicionamiento térmico al estudio y la habitación de la Ñata.
Un caso de estudio – aunque más no sea desde la memoria, desde la experiencia o desde el estudio a través de bibliografía – siempre estimula la creatividad para proyectar, pero sobre todo constituye la posibilidad de aprender sobre arquitectura en términos de pensamiento proyectual. El dibujo es la herramienta clave para llevar el pensamiento a formas y espacios posibles. Cada caso de estudio conforma un universo de imágenes que, a modo de gran catálogo, alimenta el proceso proyectual del arquitecto al momento de imaginar nuevos espacios. Por ello, el patio semi claustral de la Casa Gusano es heredero del patio de la casa de mi abuela. Pero afirmar esto sólo es posible a través del ejercicio de reflexión consciente: de no ser así carece de argumentación posible y resignificación, cayendo en una mera copia de formatos.
Escrito por Fernando Giudici
Dibujos por Fernando Giudici
Edición y Revisión escrita: Marisol Vedia
Corrección: Matías Villafañe
Edición gráfica Martín Krywokulsi
Imagen de portada: Fernando Giudici